Espéralo en casa

libertadLo tengo calculado: sólo uno de cada cinco repartidores llega a entregar el paquete cuando estoy en casa. Los otros cuatro llegan cuando no estoy. O te quedas en casa todo el día cuando sabes que te van a traer un paquete, o tienes un problema. Porque el repartidor no espera. Tienes que abrirle apenas venga y llame.

Estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Pero Jesús no es un repartidor. Me quedaría encerrado en mi alma, sin salir de ella, hasta que Él llame. Porque si salgo y me disperso por las mil cosas que tiran de mí hacia fuera constantemente, cuando Él llegue a mi puerta no va a llamarme al móvil ni dejará su Espíritu a un vecino para que me lo entregue. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Ap 3, 20).

Recógete, no salgas del alma, no dejes la oración. Espera al Señor, escucha su llamada. Cuando entre y lo llene todo, verás que ha valido la pena la espera.

(TOI29M)