Cumplimiento y docilidad

A aquella mujer que ensalzaba (o, más bien, santamente «envidiaba») a la madre de Jesús el Señor le responde: Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Pero ¿qué es cumplir la palabra de Dios? Porque esa palabra del cielo no es como la orden de un general a sus tropas, ni su cumplimiento es una mera ejecución. De ser así, estaríamos perdidos. ¿Quién de nosotros puede cumplir una sola línea del sermón de la montaña?

La respuesta de Jesús a aquella mujer es, realmente, un modo de continuar y llevar más allá la alabanza a la Virgen. Porque, cuando hablamos de la palabra de Dios, cumplirla es, precisamente, lo que ella hace. Tras haber escuchado y acogido en su inmaculado corazón y en sus purísimas entrañas esa palabra, dice: «hágase». Es decir, se pone al servicio de la palabra misma, entrega su voluntad por la obediencia, y por su docilidad permite que esa palabra se cumpla en ella.

He ahí la clave del cumplimiento de la palabra de Dios: la docilidad. No se trata tanto de hacer como de dejarse hacer. Porque, si nosotros somos dóciles, la Palabra obra por sí misma lo que dice.

(TOI27S)