Terminó la Navidad. El Niño ya luce barbas, y camina. Camina deprisa. A su paso, va llamando a los hombres:
Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.
Nosotros nos detenemos. Es necesario escuchar, y escuchar bien, para entender. Ese venid en pos de mí no se refiere, necesariamente, a recorrer caminos. De otra forma, los enfermos y ancianos no podrían seguir a Cristo. ¿Cómo le iba a mantener el paso al Señor quien apenas puede salir de la cama, o de la silla de ruedas?
La peregrinación que encabeza Jesús no se mide en kilómetros. Es un viaje «de fuera a dentro» que, realmente, es «de dentro a fuera». Ahora te he hecho un lío, lo sé. Se trata de salir de la prisión de este mundo para alcanzar el cielo, pasando por la Cruz. Necesitas romper todas las ataduras que te tienen encadenado a las criaturas y las urgencias terrenas, recogerte en tu interior y adentrarte hasta lo profundo del alma siguiéndolo a Él. Son caminos de oración que te llevarán a morir para este mundo y amanecer al cielo. Allí te abrasará el corazón el Amor de Dios y serás, entonces, pescador de hombres.
(TOP01L)