Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Página 8 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Nadar y guardar la ropa

Quizá, en estos últimos días de verano, algunos de vosotros seguís disfrutando de las playas o las piscinas. Y cuando os dais un baño, dejáis la ropa recogida junto a vuestra sombrilla o vuestra tumbona. Eso se llama «nadar y guardar la ropa». Yo un día perdí la ropa por un paseo por la orilla en la playa de San Lorenzo, en Gijón. Al volver del paseo, la marea había subido y mi ropa se la habían puesto los peces. En esa ocasión, no pude nadar, pasear y guardar la ropa. Un desastre.

En el seguimiento de Cristo, sin embargo, no es posible nadar y guardar la ropa. Todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. No puedes seguir al Señor y, a la vez, reservarte algo por si Él te falla o le fallas tú. Con Jesús es un todo o nada. O te entregas totalmente y quemas las naves con la ropa dentro, o te quedas instalado en la tibieza y no disfrutas ni de Cristo ni del mundo.

Jesús no se conforma con ser el primero, ni con que le des una parte. Él lo quiere todo. Decídete.

(TOC23)

La misa del sábado por la mañana

Así comienza el evangelio de este día: Un sábado

También hoy es sábado.

¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él.

También hoy el sacerdote, como David, comerá el verdadero Pan de la proposición y lo dará a quienes estén con él, es decir, a vosotros. Procurad ir a misa por la mañana los sábados, no os conforméis con la de víspera del domingo. Me da lástima que en algunas iglesias no se celebre misa el sábado por la mañana.

El Hijo del hombre es señor del sábado. En la misa de esta mañana, Cristo, a través del sacerdote, tomará posesión del sábado. Y vosotros, al comer su cuerpo, seréis, también, señores del sábado.

Fijaos en las maravillas que os he descrito. Y pensad que, sin sacerdotes, nada de eso sería posible. Pedidle a María sacerdotes, hablad del sacerdocio a vuestros hijos. Vosotros, jóvenes, planteaos la vocación sacerdotal. Y si llegáis a ser sacerdotes, no olvidéis la misa del sábado por la mañana.

(TOI22S)

Lo que siempre es nuevo

En los labios de Jesús (y después, en la pluma de san Pablo) las palabras «nuevo» y «viejo» tienen un significado especial, que no coincide con el que le damos en el lenguaje coloquial.

Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán.

En esta frase, «nuevo» no significa «no estrenado». Por ejemplo, una persona puede ilusionarse con un automóvil de alta gama recién comprado. Lo ve reluciente, se asombra ante el alarde de tecnología del salpicadero y se emociona con el confort de los asientos. Pero Jesús le diría que está poniendo su ilusión en algo viejo; una riqueza que, si se convierte en el tesoro del hombre, lo lleva a la muerte, la gran vieja de la Historia.

Sin embargo, el sagrario de una iglesia que cuenta ya más de seiscientos años sigue siendo el odre nuevo del nuevo vino. Allí está la vida que nunca envejece y que rejuvenece el alma hasta la eternidad.

Los fariseos no entendieron que Cristo traía algo nuevo, una gracia que no caduca ni envejece ni muere. Esa gracia nos alegra el corazón. De ella vivimos.

(TOI22V)

La luz del sol y el polvo de los muebles

Me hacen gracia quienes me dicen: «Por más que me examino, no me encuentro pecados». Y ya puedes seguir examinándote hasta que te explote el cerebro, que no los vas a encontrar, porque estás a oscuras. En una habitación a oscuras no se percibe el polvo de los muebles… hasta que subes la persiana y entra la luz. Entonces te espantas de la leonera en la que estabas viviendo. Y, una de dos: o te pones el delantal y comienzas a limpiar, o bajas la persiana y sigues ciego.

Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador. Para esta confesión, Simón Pedro no necesitó examen de conciencia. Le sucedió como al buen ladrón. Un estallido de luz a su lado, nada menos que el propio Sol, Jesús, junto a él, y cayó de bruces.

Si realmente quieres saber quién eres, no te remires tanto. Míralo a Él, mírate a ti mismo en el espejo de su vida, y sabrás quién eres tú. Él tan misericordioso, y tú… Él tan casto, y tú… Él tan humilde, y tú…

No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Ahora deja que Él tome posesión de ti, y convierta al pecador en pescador.

(TOI22J)

¿Se puede rezar en el autobús?

¿Se puede rezar en el autobús mientras uno va de camino al trabajo? Se puede, y se debe. En el autobús, en la piscina, en el supermercado y en el bar. Ojalá vuestra oración sea ininterrumpida.

¿Es bueno «hacer la oración» en el autobús? Si por «hacer la oración» entendemos dedicar a Dios un tiempo exclusivo de recogimiento e intimidad, os diré que no es lo mejor. Sé que algunos de vosotros no tenéis más remedio, sois padres de familia y trabajáis de sol a sol. Pero no os conforméis. Pedidle al Señor que os ayude a encontrar un tiempo de silencio donde podáis alcanzar verdadera intimidad con Dios. Aunque sea de luna a luna.

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. Jesús, a buen seguro, estaba más ocupado que todos nosotros y, sin embargo, buscaba ese tiempo de soledad con su Padre, aunque tuviera que arrebatárselo al sueño. Porque, aun siendo el Hijo de Dios, como hombre necesitaba orar más que dormir, comer o respirar.

A veces, si uno intenta no acostarse muy tarde, puede arañar unos minutos al sueño y levantarse antes para cumplir con el salmo: Por ti madrugo (Sal 62, 2).

(TOI22X)

El tono de tu voz

¿No os hubiera gustado oír hablar a Jesús? A mí sí. Me hubiera encantado saber cómo modulaba las palabras, cómo ponía el alma en cada sílaba, cómo impostaba la voz para dar vida a los personajes de sus parábolas, cómo a veces reía mientras hablaba y otras se esforzaba por contener la emoción. La gente sencilla debía pasarlo muy bien escuchándole.

Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad. ¿Vosotros creéis que entendían al Señor? Yo creo que la mayor parte del discurso se les escapaba, estaba fuera de su alcance. Era la voz lo que les cautivaba, en ella estaba su autoridad.

Tampoco las ovejas entienden lo que dice el pastor, y sin embargo le obedecen al escuchar su voz. Esa voz las hace sentir, a la vez, gobernadas y amadas.

Pero la hemos perdido. La recuperaremos en el cielo, cuando llegue la resurrección. Entre tanto, algunos que suben a proclamar las lecturas en misa estarían mejor en la consulta de un logopeda. Y otros en el teatro.

Aunque no entendáis las palabras de Jesús, saboreadlas por dentro. Quizá así, aunque no llegue al oído, os acaricie el alma el tono de su voz.

(TOI22M)

Queréis caramelos

Te traigo joyas. He gastado cuanto tenía en comprártelas. Y, cuando llego a ti, me pides caramelos. Te muestro los diamantes, los brazaletes de oro, los collares de perlas que tanto me han costado, y los desprecias. No los quieres. Tú quieres caramelos. Me haces pensar si me valió la pena empobrecerme por ti.

¡Y no queréis venir a mí para tener vida! (Jn 5, 40). Así llora Jesús en el evangelio de Juan. Y así lloró por dentro en Nazaret.

Sin duda me diréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo», haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafar­naún.

Queréis venir a mí, pero no para tener vida. Queréis venir a mí para que haga en Nazaret más milagros que en Cafarnaún y poder presumir ante ellos. Queréis venir a mí para que sane a vuestros enfermos y os multiplique panes y peces. Pero no queréis venir a mí para tener vida. No queréis salvaros. Os traigo joyas, y queréis caramelos.

No buscáis el Amor. Queréis serviros de la religión para prosperar en esta vida. Y después encontraros con vuestros abuelos en un cielo que no es el mío.

Me hacéis llorar.

(TOI22L)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad