Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Página 7 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

La luz del sol y el polvo de los muebles

Me hacen gracia quienes me dicen: «Por más que me examino, no me encuentro pecados». Y ya puedes seguir examinándote hasta que te explote el cerebro, que no los vas a encontrar, porque estás a oscuras. En una habitación a oscuras no se percibe el polvo de los muebles… hasta que subes la persiana y entra la luz. Entonces te espantas de la leonera en la que estabas viviendo. Y, una de dos: o te pones el delantal y comienzas a limpiar, o bajas la persiana y sigues ciego.

Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador. Para esta confesión, Simón Pedro no necesitó examen de conciencia. Le sucedió como al buen ladrón. Un estallido de luz a su lado, nada menos que el propio Sol, Jesús, junto a él, y cayó de bruces.

Si realmente quieres saber quién eres, no te remires tanto. Míralo a Él, mírate a ti mismo en el espejo de su vida, y sabrás quién eres tú. Él tan misericordioso, y tú… Él tan casto, y tú… Él tan humilde, y tú…

No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Ahora deja que Él tome posesión de ti, y convierta al pecador en pescador.

(TOI22J)

¿Se puede rezar en el autobús?

¿Se puede rezar en el autobús mientras uno va de camino al trabajo? Se puede, y se debe. En el autobús, en la piscina, en el supermercado y en el bar. Ojalá vuestra oración sea ininterrumpida.

¿Es bueno «hacer la oración» en el autobús? Si por «hacer la oración» entendemos dedicar a Dios un tiempo exclusivo de recogimiento e intimidad, os diré que no es lo mejor. Sé que algunos de vosotros no tenéis más remedio, sois padres de familia y trabajáis de sol a sol. Pero no os conforméis. Pedidle al Señor que os ayude a encontrar un tiempo de silencio donde podáis alcanzar verdadera intimidad con Dios. Aunque sea de luna a luna.

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. Jesús, a buen seguro, estaba más ocupado que todos nosotros y, sin embargo, buscaba ese tiempo de soledad con su Padre, aunque tuviera que arrebatárselo al sueño. Porque, aun siendo el Hijo de Dios, como hombre necesitaba orar más que dormir, comer o respirar.

A veces, si uno intenta no acostarse muy tarde, puede arañar unos minutos al sueño y levantarse antes para cumplir con el salmo: Por ti madrugo (Sal 62, 2).

(TOI22X)

El tono de tu voz

¿No os hubiera gustado oír hablar a Jesús? A mí sí. Me hubiera encantado saber cómo modulaba las palabras, cómo ponía el alma en cada sílaba, cómo impostaba la voz para dar vida a los personajes de sus parábolas, cómo a veces reía mientras hablaba y otras se esforzaba por contener la emoción. La gente sencilla debía pasarlo muy bien escuchándole.

Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad. ¿Vosotros creéis que entendían al Señor? Yo creo que la mayor parte del discurso se les escapaba, estaba fuera de su alcance. Era la voz lo que les cautivaba, en ella estaba su autoridad.

Tampoco las ovejas entienden lo que dice el pastor, y sin embargo le obedecen al escuchar su voz. Esa voz las hace sentir, a la vez, gobernadas y amadas.

Pero la hemos perdido. La recuperaremos en el cielo, cuando llegue la resurrección. Entre tanto, algunos que suben a proclamar las lecturas en misa estarían mejor en la consulta de un logopeda. Y otros en el teatro.

Aunque no entendáis las palabras de Jesús, saboreadlas por dentro. Quizá así, aunque no llegue al oído, os acaricie el alma el tono de su voz.

(TOI22M)

Queréis caramelos

Te traigo joyas. He gastado cuanto tenía en comprártelas. Y, cuando llego a ti, me pides caramelos. Te muestro los diamantes, los brazaletes de oro, los collares de perlas que tanto me han costado, y los desprecias. No los quieres. Tú quieres caramelos. Me haces pensar si me valió la pena empobrecerme por ti.

¡Y no queréis venir a mí para tener vida! (Jn 5, 40). Así llora Jesús en el evangelio de Juan. Y así lloró por dentro en Nazaret.

Sin duda me diréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo», haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafar­naún.

Queréis venir a mí, pero no para tener vida. Queréis venir a mí para que haga en Nazaret más milagros que en Cafarnaún y poder presumir ante ellos. Queréis venir a mí para que sane a vuestros enfermos y os multiplique panes y peces. Pero no queréis venir a mí para tener vida. No queréis salvaros. Os traigo joyas, y queréis caramelos.

No buscáis el Amor. Queréis serviros de la religión para prosperar en esta vida. Y después encontraros con vuestros abuelos en un cielo que no es el mío.

Me hacéis llorar.

(TOI22L)

Para quedar bien…

santidadDe los fariseos había dicho Jesús que todo lo que hacen es para que los vea la gente (Mt 23, 5). Y hoy, al pronunciar su parábola, con ironía sutil les envía un mensaje escondido: «De acuerdo, ¿queréis quedar bien, buscáis la gloria de los hombres? Pues hasta para encontrarla os conviene hacerme caso. Porque si os apresuráis a ocupar los primeros puestos, os arriesgáis a que os humillen haciéndoos cambiar de lugar. Pero si buscáis el último lugar, os acabarán ascendiendo. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales».

En resumen, les está diciendo: «Sois bobos. Ni para quedar bien servís. Hacéis el ridículo».

Jesús, sin embargo, no buscaba la gloria de los hombres, sino la de Dios. Y nos mostró el verdadero sentido de la parábola cuando se apresuró a sentarse en el último puesto, clavado con tres clavos a una cruz entre dos ladrones y enterrado en un sepulcro prestado. Entonces su Padre le dijo: Amigo, sube más arriba. Y, resucitándolo, le dio el nombre que está sobre todo nombre.

Ojalá quieras quedar bien. No con los hombres, eso no vale para nada, sino con Dios. Busca el último puesto allá donde estés. Abrázate a Jesús crucificado.

(TOC22)

El tiempo y la prisa

Para empezar, no sé cuántos talentos tengo. Si cuento con los dones que del cielo he recibido, veo entre mis manos riquezas incalculables: el bautismo, la gracia divina, la fe, el orden sacerdotal… Si pienso en los talentos naturales, alguno tengo. Pero, en todo caso, tenga mucho o tenga poco, ¿cómo haré para hacer que mis talentos den fruto? ¿Cómo podré yo multiplicarlos?

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco.

Tuvo prisa, no perdió el tiempo, quizá el tiempo era uno de sus talentos y no quería desperdiciar ni un solo minuto. O quizá eran tan ardientes sus deseos de obtener ganancias para el amo que no le permitían esperar. Un minuto de vida empleado en algo que no sea la voluntad de Dios, lo que Dios me pide aquí y ahora, es un grave desperdicio. «Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Decid dónde, cómo y cuándo», escribió santa Teresa. ¡Qué talentos tan bien aprovechados!

Ahora entiendo. Es la prisa el verdadero negocio, y el tiempo nuestro talento. Cada minuto empleado en hacer la voluntad de Dios da frutos de vida eterna.

(TOI21S)

La noche oscura del Bautista

Que Juan Bautista fue precursor del Mesías, incluso en su martirio, lo sabemos todos. Ese martirio fue anuncio de la Pasión de Cristo. Pero es preciso adentrarse en esos días de prisión y tormento, en esa noche terrible que atravesó el mayor de los nacidos de mujer, y estremecerse ante esas tinieblas.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré».

Es muy hermoso, y muy romántico, si queréis, el ejercicio de abandonarse en manos de Dios. Pero estar a merced de una arpía, una frívola y un lascivo, y creer que Dios está ejerciendo su providencia a través de ellos no es tan fácil. No es lo mismo ser conducido por un ángel que ser encadenado y decapitado por un borracho. Eso es muy duro, es la puerta estrecha de la Cruz, la prueba suprema de la fe. Es el «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» del Bautista.

No te abandonas del todo en manos de Dios hasta que no te ves en manos de un idiota y rezas: «Hágase tu voluntad, no la mía».

(2908)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad