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Espiritualidad digital – Página 5 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

La verdadera historia de Lázaro y Epulón

Te voy a explicar la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón:

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Desde el bautismo fue revestido con la púrpura de la sangre de Cristo, y cada día participaba en el banquete de la Eucaristía. Era realmente rico, porque tenía fe, que es la mayor de las riquezas.

Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Vivía en la casa de al lado. Más que vivir, moría, porque vivía sin Dios. Estaba echado, echado por tierra, porque toda su vida era tierra, no había cielo para él. Le cubrían el alma, como llagas, sus pecados. Nada le saciaba, siempre estaba hambriento. Nadie le dijo que su hambre era hambre de Dios.

Epulón seguía a lo suyo, a sus misas y devociones. ¿No hablarás de Cristo a ese pobre hombre que vive a tu lado? No, no, que se reirá de mí, mejor no meterme en líos. Además, no me hará caso. Rezaré por él.

Qué paradoja: se salvó Lázaro y se condenó Epulón. Cuidado.

(TOC26)

El sentido

No culpéis a los apóstoles. Al menos yo no los culpo. Creo que me habría sucedido lo mismo que a ellos. Cuando Jesús, por enésima vez, les anunció su Pasión, ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

¡Cómo no les iba a dar miedo, si el propio Cristo tiritó, presa del pavor y la angustia, en Getsemaní!

A todos nos da miedo. Pero peor es darse la vuelta y tratar de encontrar la vida en el egoísmo para perderla del todo. El pecado da más miedo que la muerte. Así que, entre dos miedos, prefiero tiritar con Jesús que condenarme solo.

Lo único que podemos hacer es lo que hizo la Virgen, lo que hicieron Juan y María Magdalena, lo que hacen los niños que tienen miedo (¿o acaso pensáis que ellos no lo tenían?): Cogernos a la mano fuerte y dulce del Señor y atravesar, abrazados a Él, esas tinieblas entre las que entregamos la vida.

Quizá así, a diferencia de aquellos apóstoles, que no captaban el sentido, lleguemos a captarlo. Cristo crucificado es la respuesta a todas las preguntas, Él es el sentido.

(TOI25S)

Desde el Leño reinó Dios

¿Por qué?

El Hijo de Dios se hace hombre y se acerca a los hombres como Mesías para salvar al pueblo. Lo que desea, por tanto, es que los hombres lo reconozcan como el Ungido de Yahweh, acudan a Él y se salven. Sin embargo, cuando Pedro lo reconoce y dice que Él que es el Mesías de Dios, Jesús les prohi­bió terminantemente decírselo a nadie.

¿Por qué?

Porque los hombres no podían entenderlo. Ni los propios apóstoles lo entendían del todo. Ellos, como los demás judíos, identificaban Mesías con esplendor, triunfo y gloria terrena. Por eso, inmediatamente les señala el camino de la Cruz: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Realmente, no lo llegaron a entender hasta que resucitó. Un rey que reina desde el Leño, desde la afrenta, desde el ultraje… no es fácil de entender. Hasta que miras y miras y te enamoras, y te roba Cristo el corazón desde la Cruz. Entonces, casi sin querer, se te escapa un «¡Rey mío y Dios mío!».

Entonces tú, que has conocido ese reinado, se lo dices a todo el mundo.

(TOI25V)

Buscad su rostro

Me apena el comprobar cómo a muchos cristianos la oración de contemplación les es completamente ajena. No la practican, ni tienen deseo alguno de practicarla. Rezan, sí. Rezan para pedir, para meditar, para dar gracias o para cumplir con un precepto. Pero no parecen tener deseo de ver al Señor. Prefieren ver la tele. Ante la tele sí que contemplan… estupideces.

Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de verlo.

Va a resultar que el malvado Herodes tenía más deseos de contemplación que muchos cristianos. Hombre, era una contemplación un poco discutible, porque cuando finalmente vio a Jesús se burló de Él y lo ultrajó. Pero lo cierto es que había oído hablar de Cristo y, después de oír, quiso ver.

Ojalá estas pobres líneas os encendieran en deseos de ver al Señor. Ojalá, al leerlas, pensarais: «¿Quién es éste de quien escribe este sacerdote? ¡Yo quiero ver a ese Jesús!» Daría por bien empleados estos más de doce años escribiendo día tras día sobre Cristo.

Buscad el rostro de Cristo. Contemplad los evangelios. Buscadlo en el centro mismo de vuestras almas en gracia. Enamoraos de Él.

(TOI25J)

Poder y prebendas

En este mundo, cuando te dan todo el poder te dan también todas las prebendas. Si eres presidente del gobierno español, veraneas en La Mareta, viajas gratis, llevas escolta y otros van por ti al supermercado. No lo discuto, seguramente debe ser así, es la forma que un país tiene de cuidar a quien –supuestamente– le cuida. Sólo lo digo porque me hace gracia lo distinto que es el reino de Dios.

Jesús, Hijo de Dios, rey de reyes y señor de señores, dio a sus apóstoles más poder del que jamás ha tenido emperador alguno en la tierra: Les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Eso los sitúa por encima de principados, dominaciones y potestades, y por encima de la misma muerte. ¿Qué prebendas conlleva semejante poder?

No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. Recorreréis el mundo como mendigos mientras regaláis vida eterna. Y no será el mundo quien os cuide. Os cuidará Dios.

O sea, que el mundo cuida a quienes tantas veces todo lo estropean, y a quienes todo lo arreglan los cuida Dios. Vale la pena.

(TOI25X)

El dolor de cabeza de Dios

A muchas personas que rezan día y noche el Señor quisiera decirles: «No me escuchas». Pero no se lo dice, porque no le escuchan. Si le escucharan, tampoco se lo diría, porque ya no haría falta.

Piden por esto, piden por aquello, piden por fulano, por mengano, zutano y perengano, piden por ellos mismos, piden perdón, dan gracias, le cuentan a Dios sus penas, comparten con Él sus alegrías, lo alaban, le cantan, le bailan… pero no le escuchan.

¿Cómo te sentirías tú si alguien te estuviera hablando todo el rato, sin parar, sin tomar aire, sin detenerse a escucharte, sin dejar de emitir, una tras otra, miles de palabras? ¡Menudo dolor de cabeza! A veces creo que Dios es un gran consumidor de paracetamol. Pobre.

Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Te va a llegar la muerte sin haber escuchado a Dios. Y cuando esté a las puertas, puede que la enfermedad te obligue por fin a callar y guardar silencio. Entonces escucharás a Dios que te dice: «¿Ya puedo hablar?». Le responderás: «Sí. ¿Qué tienes que decirme?». «Que te quiero. Pero no has querido escucharlo hasta hoy».

(TOI25M)

El apagavelas

Ha sido una afrenta, ha sido un error. Una afrenta orquestada y un error intencionado. Lo peor es que nosotros nos hemos dejado convencer. Nos han metido en el cerebro, a través de las pantallas, la idea de que la religión forma parte de la intimidad de la persona y hablar públicamente de Dios es, cuando menos, una descortesía. Expresiones antes tan comunes como «si Dios quiere» o «gracias a Dios» han sido borradas del lenguaje público. Sabes lo que es un apagavelas, ¿verdad? Esa caperuza sujetada con un palo con la que apagamos las velas en las iglesias. Pues esa pretendida «esfera de la intimidad» con que quieren cubrir la religión es un apagavelas. Quieren apagar la llama del cristianismo alma por alma.

Debemos rebelarnos, sacudirnos esos respetos humanos y hablar abiertamente de Cristo, sin miedo. Sobre todo, en las conversaciones entre amigos, en las mismas en las que se habla sin rubor de fútbol o de política. Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.

La verdadera fe nos quema. No podemos callar. No somos individuos con convicciones íntimas, sino lámparas llamadas a iluminar la tierra.

(TOI25L)

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