Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Tiempo Ordinario (ciclo impar) – Página 3 – Espiritualidad digital

Poder y prebendas

En este mundo, cuando te dan todo el poder te dan también todas las prebendas. Si eres presidente del gobierno español, veraneas en La Mareta, viajas gratis, llevas escolta y otros van por ti al supermercado. No lo discuto, seguramente debe ser así, es la forma que un país tiene de cuidar a quien –supuestamente– le cuida. Sólo lo digo porque me hace gracia lo distinto que es el reino de Dios.

Jesús, Hijo de Dios, rey de reyes y señor de señores, dio a sus apóstoles más poder del que jamás ha tenido emperador alguno en la tierra: Les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Eso los sitúa por encima de principados, dominaciones y potestades, y por encima de la misma muerte. ¿Qué prebendas conlleva semejante poder?

No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. Recorreréis el mundo como mendigos mientras regaláis vida eterna. Y no será el mundo quien os cuide. Os cuidará Dios.

O sea, que el mundo cuida a quienes tantas veces todo lo estropean, y a quienes todo lo arreglan los cuida Dios. Vale la pena.

(TOI25X)

El dolor de cabeza de Dios

A muchas personas que rezan día y noche el Señor quisiera decirles: «No me escuchas». Pero no se lo dice, porque no le escuchan. Si le escucharan, tampoco se lo diría, porque ya no haría falta.

Piden por esto, piden por aquello, piden por fulano, por mengano, zutano y perengano, piden por ellos mismos, piden perdón, dan gracias, le cuentan a Dios sus penas, comparten con Él sus alegrías, lo alaban, le cantan, le bailan… pero no le escuchan.

¿Cómo te sentirías tú si alguien te estuviera hablando todo el rato, sin parar, sin tomar aire, sin detenerse a escucharte, sin dejar de emitir, una tras otra, miles de palabras? ¡Menudo dolor de cabeza! A veces creo que Dios es un gran consumidor de paracetamol. Pobre.

Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Te va a llegar la muerte sin haber escuchado a Dios. Y cuando esté a las puertas, puede que la enfermedad te obligue por fin a callar y guardar silencio. Entonces escucharás a Dios que te dice: «¿Ya puedo hablar?». Le responderás: «Sí. ¿Qué tienes que decirme?». «Que te quiero. Pero no has querido escucharlo hasta hoy».

(TOI25M)

El apagavelas

Ha sido una afrenta, ha sido un error. Una afrenta orquestada y un error intencionado. Lo peor es que nosotros nos hemos dejado convencer. Nos han metido en el cerebro, a través de las pantallas, la idea de que la religión forma parte de la intimidad de la persona y hablar públicamente de Dios es, cuando menos, una descortesía. Expresiones antes tan comunes como «si Dios quiere» o «gracias a Dios» han sido borradas del lenguaje público. Sabes lo que es un apagavelas, ¿verdad? Esa caperuza sujetada con un palo con la que apagamos las velas en las iglesias. Pues esa pretendida «esfera de la intimidad» con que quieren cubrir la religión es un apagavelas. Quieren apagar la llama del cristianismo alma por alma.

Debemos rebelarnos, sacudirnos esos respetos humanos y hablar abiertamente de Cristo, sin miedo. Sobre todo, en las conversaciones entre amigos, en las mismas en las que se habla sin rubor de fútbol o de política. Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.

La verdadera fe nos quema. No podemos callar. No somos individuos con convicciones íntimas, sino lámparas llamadas a iluminar la tierra.

(TOI25L)

La siembra generosa

«¿Y para qué voy a hablar de Dios a esta persona, si no me hará caso?» Jamás digas eso. San Antonio hablaba de Jesucristo a los peces. Yo he visto convertirse a personas por cuya conversión no hubiera apostado ni un loco. Si un perseguidor de la Iglesia como Pablo de Tarso se convirtió, si un ateo redomado como André Frossard salió católico de una visita a un templo, no hay nadie que no pueda abrir el corazón a Jesucristo.

Salió el sembrador a sembrar su semilla. Y sembró al borde del camino, en terreno pedregoso, entre zarzas y en tierra buena. No se detenía antes de sembrar para mirar qué terreno era.

Haz lo mismo. Que no haya nadie a tu lado que no sepa que amas a Jesucristo. No tienes que imponer tu fe a nadie, ni convertirte en un «pesado con escapulario». Simplemente tienes que hacer amigos, y a los amigos les cuenta uno su vida. Igual que ellos te dicen que son del Atlético de Madrid, les dices tú que eres de Cristo, que eres cristiano. Y, después –ya verás– muchos de ellos te pedirán que les hables más de Él y se acercarán a Dios.

(TOI24S)

Las que supieron elegir

santas mujeres¿Dónde preferirías pasar tus vacaciones, en el Tabor o en el Calvario?

La respuesta rápida es en el Tabor.

Pero la pregunta tiene trampa. Porque me has preguntado dónde, pero no me has preguntado con quién.

Si voy de vacaciones al Tabor mientras Jesús está en el Calvario, el Tabor se me volverá infierno. Y si voy al Calvario mientras Jesús está en el Tabor, sufro inútilmente.

La verdadera respuesta es que quiero ir donde vaya Jesús. Quiero estar con Él. Con Él el Tabor es cielo y el Calvario Amor.

María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Estas mujeres sabían muy bien dónde pasar las vacaciones. Porque cuando el Señor subió a la Cruz, ellas fueron al Gólgota con Él. No les importaba el dónde ni el cómo, sino el con quién. Sabían muy bien que la felicidad del hombre consiste en abrazarse a Jesús y no soltarlo jamás.

En cuanto a los hombres, de los tres que subieron al Tabor sólo uno subió al Calvario. Los otros dos aún no habían comprendido que el cielo es Cristo.

(TOI24V)

Vete en paz

«¿Y si no quiero?». Jajaja, es la continuación que he imaginado tras meditar la escena. La pecadora unge los pies del Maestro. Jesús la trata con cariño y le otorga el perdón. Después dice:

Tu fe te ha salvado, vete en paz.

Y va ella y responde: «¿Y si no quiero? ¿Y si quiero quedarme contigo, unirme a esas mujeres que te acompañan y pasar la vida junto a ti? ¿Vas a impedírmelo?»

No. No te lo va a impedir. Ni a nosotros tampoco. Porque el vete en paz de Jesús es como el «podéis ir en paz» con el que finaliza la Misa. Y quiere decir: «Os habéis llenado de Cristo. Habéis comido su cuerpo y bebido su sangre. Su Espíritu mora en vuestras almas en gracia. Podéis ir en paz. Él es nuestra paz y va con vosotros, lo lleváis dentro. Pero si os quedáis aquí, los de fuera nunca conocerán al Señor. Salid de aquí con Él y anunciad su Amor a todos los hombres».

Lo malo sería salir de la iglesia y dejártelo dentro. Como si, simplemente, le hubieras hecho una visita y después siguieras con tu vida. No te vayas sin Él, vete en paz.

(TOI24J)

La sonrisa que busco

A lo largo del evangelio, Jesús se enfada en algunas ocasiones. Incluso llega a mirar con ira (Cf. Mc 3, 5) ante la dureza de corazón de los fariseos. También empuña el látigo y expulsa a los mercaderes del Templo. Jesús sonreía muchas veces, pero no estaba siempre sonriendo. Eso es de tontos. Los listos saben sonreír y enfadarse. Y si además son santos, se enfadan sin perder los nervios.

Sin embargo, os confieso que nunca he sentido que Jesús se enfadase conmigo. He hecho muchas cosas mal, he cometido muchos pecados. Pero, incluso después de haber pecado, he sentido que Jesús me sonreía; era una sonrisa dolorida, mi pecado le había ofendido, pero había mucha ternura en su mirada. No sé lo que es la ira de Dios.

Con los hombres no sucede igual.

Vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: «Tiene un demonio»; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores».

Hagas lo que hagas, siempre habrá quien te critique o se enfade contigo. Por eso decidí hace tiempo no buscar más sonrisa que la de Cristo.

(TOI24X)

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