Besa tu cruz
Desde mi confesonario te he visto besar la cruz que hay a la entrada del templo. Te lo he visto hacer muchas veces. La besas porque es la Cruz de Cristo. Hoy quiero invitarte a besar la tuya.
Sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? Interpretar el tiempo presente es entender el lenguaje de Dios. Y darte cuenta de que, en esa contrariedad, en ese sufrimiento que a veces te ahoga por dentro, en esa circunstancia que te cuesta aceptar, hay una palabra del Señor. Si Él permite esa cruz, es porque en ella hay un crucifijo. Búscalo, escúchalo, bésalo. Reconcíliate con tu vida. Besa tu cruz. O, mejor, besa al crucifijo que hay en ella.
Mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él. Aunque suene duro, es la verdad. Por mucho que beses la cruz del templo, mientras no beses la tuya estás en guerra con Cristo. Porque en ella está Él crucificado, mientras tú reniegas. Acepta ese sufrimiento, deja que Jesús lo sufra a tu lado, y entonces se convertirá en Amor. Besa tu cruz.
(TOI29V)











