Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

14 agosto, 2025 – Espiritualidad digital

La película que nunca se hará

Me gusta el cine, pero no sé hacer películas. También me gusta ver la hora, aunque no sé hacer relojes. A pesar de todo, si tuviera que realizar una película sobre la Virgen, la primera escena sería la más difícil: la presentaría en el cielo, sentada junto a su Hijo, con el rostro radiante de felicidad. Y, tras esa presentación, la película sería un flashback. ¿Cómo llegó a ese maravilloso destino?

Ahora, las escenas:

Una niña inmaculada, hermosísima, pero no con la hermosura sintética de la báscula y el bronceado, sino con la hermosura con que un alma limpia brilla en los ojos e ilumina el rostro.

Una joven arrebatada en amor, y por amor virgen con la virginidad apasionada de la enamorada de Dios.

Una madre que adora a su Hijo, que derrama lágrimas mientras calza y besa el pie de su Amor.

Una mujer herida y serena que acompaña al Hijo mientras Él extiende los brazos como alas para volar al cielo.

Una mujer dichosa que abraza al Hijo resucitado en la mañana de un domingo radiante.

Una mujer que es llevada al cielo, porque su Hijo no quiere cielo si mamá no está con Él.

The end.

(1508)

Dios nos libre de la amnesia

Lo he escrito muchas veces: identificar perdón con olvido es un error temerario. Perdonar no es olvidar. Es recordar como gracia lo que sucedió como desgracia. Es blanquear el recuerdo con la blancura de la divina misericordia. Ni Dios olvida mis pecados, ni debo olvidarlos yo. Tanto Dios como yo los recordamos bañados en la sangre y el agua del costado de Cristo.

Fijaos, si no, en la parábola de hoy:

Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Si yo olvidase lo mucho que me ha perdonado el Señor, ¿cómo podría perdonar a quien me ofende? Sin embargo, el recuerdo de la misericordia que Dios tuvo conmigo me mueve a perdonar cualquier ofensa.

Y, como podéis ver, el amo no ha olvidado la deuda que le perdonó al criado. Más bien, la recuerda como aquel momento en que tuvo misericordia de él.

Por eso no me creo que Dios olvide mis pecados. Los recuerda y saborea el Amor con que me amó. Y tampoco yo quisiera olvidar mis culpas. Quiero recordarlas, porque en mis culpas me amó Dios cuando yo era feo.

(TOI19J)

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