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Espiritualidad digital – Página 7 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Dejad que los niños se acerquen a Cristo

Leo siempre este pasaje del Evangelio en los bautismos. Creo que debo hacerlo, que es más necesario que nunca recordarlo.

Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.

Para muchos de nosotros, nuestra fe es la fe de nuestros padres, la de nuestra niñez. Porque de labios de nuestros padres aprendimos las primeras oraciones, y porque ellos nos llevaron, muy poco después de nacer, a recibir el agua bautismal. En las fotos de mi bautismo ni siquiera aparece mi madre; aún estaba convaleciente del parto.

¡Cuántas personas que se han alejado de la Iglesia no dejan, sin embargo, de rezar cada noche las oraciones que les enseñaron sus padres de niños! Esas oraciones un día los salvarán.

Dejad que los niños se acerquen a Cristo. No esperéis para bautizarlos a que sean mayores, o a que la tía Pili vuelva de Villajoyosa, o a que sea primavera para celebrarlo en el chalet. ¿Los tendríais sin comer hasta entonces? No les privéis de la gracia de Cristo. Enseñadles a rezar en cuanto comiencen a hablar. Y darán gracias toda la vida por los padres que tuvieron. Como yo.

(TOI19S)

La película que nunca se hará

Me gusta el cine, pero no sé hacer películas. También me gusta ver la hora, aunque no sé hacer relojes. A pesar de todo, si tuviera que realizar una película sobre la Virgen, la primera escena sería la más difícil: la presentaría en el cielo, sentada junto a su Hijo, con el rostro radiante de felicidad. Y, tras esa presentación, la película sería un flashback. ¿Cómo llegó a ese maravilloso destino?

Ahora, las escenas:

Una niña inmaculada, hermosísima, pero no con la hermosura sintética de la báscula y el bronceado, sino con la hermosura con que un alma limpia brilla en los ojos e ilumina el rostro.

Una joven arrebatada en amor, y por amor virgen con la virginidad apasionada de la enamorada de Dios.

Una madre que adora a su Hijo, que derrama lágrimas mientras calza y besa el pie de su Amor.

Una mujer herida y serena que acompaña al Hijo mientras Él extiende los brazos como alas para volar al cielo.

Una mujer dichosa que abraza al Hijo resucitado en la mañana de un domingo radiante.

Una mujer que es llevada al cielo, porque su Hijo no quiere cielo si mamá no está con Él.

The end.

(1508)

Dios nos libre de la amnesia

Lo he escrito muchas veces: identificar perdón con olvido es un error temerario. Perdonar no es olvidar. Es recordar como gracia lo que sucedió como desgracia. Es blanquear el recuerdo con la blancura de la divina misericordia. Ni Dios olvida mis pecados, ni debo olvidarlos yo. Tanto Dios como yo los recordamos bañados en la sangre y el agua del costado de Cristo.

Fijaos, si no, en la parábola de hoy:

Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Si yo olvidase lo mucho que me ha perdonado el Señor, ¿cómo podría perdonar a quien me ofende? Sin embargo, el recuerdo de la misericordia que Dios tuvo conmigo me mueve a perdonar cualquier ofensa.

Y, como podéis ver, el amo no ha olvidado la deuda que le perdonó al criado. Más bien, la recuerda como aquel momento en que tuvo misericordia de él.

Por eso no me creo que Dios olvide mis pecados. Los recuerda y saborea el Amor con que me amó. Y tampoco yo quisiera olvidar mis culpas. Quiero recordarlas, porque en mis culpas me amó Dios cuando yo era feo.

(TOI19J)

No es fácil ser santo

correcciónSe llama corrección fraterna. Y, al menos para mí, no es nada fácil:

Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Me quedo con la primera parte porque, si ya ésa me parece difícil, la dos siguientes ni os cuento.

Me parece difícil porque, cuando mi «hermanito» peca contra mí, me enfado. Y, cuando me enfado, lo que me sale no es precisamente una corrección, sino una bronca de tomo y lomo, estemos a solas o en medio de un estadio.

Espera a que se te pase el enfado… Venga, vale. Y hago un esfuerzo terrible por callar, aunque me abrase por dentro. Y hasta, heroicamente, pongo buena cara. Y si me hacen pipí encima digo que llueve y que qué bien todo.

Al cabo de un tiempo, se me ha pasado el enfado. Pero, entonces, lo que me cuesta es hablar. ¿Para qué se lo voy a decir, si no me va a hacer caso? Además, le va a sentar fatal y se enfadará conmigo. Mejor no se lo digo.

Ya lo veis. Pero, por difícil que sea, la corrección fraterna es de santos. Y nosotros queremos ser santos. Que Dios nos dé su gracia.

(TOI19X)

El coloso de Dios era un niño

Me lo contaron las religiosas que, en 2003, hospedaron a san Juan Pablo II en Madrid. Se lo encontraban de noche en la capilla, abrazado al sagrario y cantando. Supieron que cantaba canciones que su madre le enseñó de pequeño. Como un niño. Y era el coloso de Dios que dio varias vueltas al mundo proclamando el nombre de Cristo.

Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Estas palabras no son una invitación a la inmadurez ni a los infantilismos. De inmadurez e infantilismos, por desgracia, andamos sobrados, pero nada tienen que ver con la infancia espiritual. San Juan Pablo II era un niño, no un crío.

La infancia espiritual es un proceso interior que tiene lugar cuando el Hijo te va mostrando al Padre. Y es tanta la grandeza que se presenta al alma, y tan dulce la ternura que emana, que el alma, ante esa contemplación, se hace pequeña, muy pequeña… niña. Y se deja abrazar y mecer, acariciar y besar. Y calla. Y gime. Y canta. Y goza.

Hacia fuera sucede lo contrario. Ese conocimiento de Dios crea personas realmente maduras y responsables. Porque están en Verdad.

(TOI19M)

El pez incauto

Alguien se debió pensar que el Mar de Galilea era la Fontana de Trevi. Seguramente, algún turista. Y le dio por echar al mar, no las monedillas que le habían dado de vuelta en el Mercadona, sino una moneda de plata. Quizá formuló un deseo mientras hacía el dispendio. Total, que el primer pez que pasó vio brillar la moneda y se la zampó.

Ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti. De este modo, el pez incauto que se comió la moneda quedó convertido en icono. En icono de aquel otro pez con cuyas entrañas Tobías curó la ceguera de su padre. Y en icono del Pez, que es Cristo.

IXZUS (lo escribo con letras latinas y no griegas) era el acrónimo, entre los primeros cristianos, de «Iesus Xristos Zeus Uios Soteros», es decir, «Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador». Pero IXZUS, en griego, significa «Pez». El pez era icono de Cristo.

Porque Cristo es el Pez que, con sus entrañas derramadas en la Cruz, pagó la cuenta que, por nuestros pecados, debíamos tú yo. Los hijos están exentos.

(TOI19L)

Los que quieren ir al cielo

He leído «El loco de Dios en el fin del mundo», de Javier Cercas. Me encanta como escribe Cercas. Pero me da pena. Está convencido de que el cristianismo trata de la resurrección de la carne y la vida eterna. Y no trata de eso, aunque lo incluye. El cristianismo no es una vía para eludir la angustia de la muerte; quizá por eso algunos dicen que el cristianismo no es una religión. El cristianismo trata de Cristo, es un encuentro gozoso y una unión amorosa con Él. Cristo no es el vendedor de entradas para el cielo. Él es el cielo.

Si la Iglesia suprimiera el precepto dominical, me pregunto cuántos volverían a misa el domingo siguiente. Sólo quienes disfrutaran. Quienes dejaran de venir serían aquéllos que iban a misa para ir al cielo, y ahora les han bajado el precio.

Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. No es la amenaza de un padre a su hijo: «No dejes de estudiar, que puedo entrar en tu habitación en cualquier momento». Significa: «Aprended a disfrutar de mi Amor, porque vendré a daros un abrazo y ¿cómo lo recibiréis si no me amáis?»

(TOC19)

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