Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Página 50 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

El nombre más dulce en los labios de un niño

Jesús¿Te has dado cuenta de que Juan Bautista, en los evangelios, nunca pronuncia el nombre de Jesús? Lo llama el Cordero de Dios, el que bautiza con Espíritu Santo, el Hijo de Dios… Pero en ningún momento lo llama Jesús. Tiene, ante ese nombre, la misma reverencia que los judíos tenían por el nombre de Yahweh. Porque, ahora, Jesús es el nombre de Dios.

Nosotros, sin embargo, pronunciamos su nombre constantemente. Y lo repetimos, porque nos sabe dulce en los labios. No nos inspira temor; nos enamora. En ocasiones, rezar es tan sencillo como decir: Jesús, Jesús, Jesús…

Juan era el último de los profetas. De ahí el temor reverencial ante el nombre del Altísimo. Pero nosotros somos los más pequeños en el reino de Dios. Somos niños. Tratamos a Dios de tú, y a Jesús lo llamamos Jesús, sin más. No sé si los patriarcas y profetas rieron con Dios. Nosotros sí. Yo me río mucho con Jesús. En ocasiones, incluso he tenido que contener la risa en el mismo altar donde ofrezco su cuerpo y su sangre.

Los niños tratan de tú al sacerdote hasta que crecen, y entonces lo tratan de usted. Yo prefiero seguir siendo niño.

(0301)

“Evangelio 2025

La gran aventura de conocerte

Juan Bautista había hablado de Jesús como «el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Pero también dice de Él: En medio de vosotros hay uno que no conocéis. Él os conoce, vosotros no lo conocéis. Cuando lo conozcáis, tendréis vida eterna. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17, 3). Y sabemos que, en la Escritura, conocer es amar. No se consigue a través de los libros, sino de la mirada contemplativa y sosegada.

Juan, desde luego, lo conocía. Y lo conocía su madre, la Virgen santísima. ¿Lo conocía José, le dijo María que Jesús era Dios? Podemos suponer que sí.

Ahí lo tienes tú: Míralo en Belén, representado en la figura de un niño. Míralo en la Hostia, escondido tras la apariencia de pan. Míralo en cada palabra de los evangelios. Si Dios ha nacido en la tierra, hoy comienza para ti una aventura maravillosa: la de mirarlo, enamorarte y conocerlo. Y descubrir, dentro del alma, cómo te conoce Él. Cómo ese niño, con su mirada, te traspasa el corazón y acaricia los pliegues más escondidos de tu espíritu.

Eso es la santidad: conoceros.

(0201)

“Evangelio 2025

La puerta de todos los silencios

A la Virgen la llamamos «Puerta». Puerta por la que Dios entró en la tierra. Puerta por la que entramos a la presencia de Jesús. Y puerta, también, del año nuevo, pues con la solemnidad de Santa María, madre de Dios, comenzamos el mes de enero.

Bendita puerta. A través de ella accedemos al Misterio y somos acogidos en el Hogar de Nazaret. Por eso se nos dice que los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. El nombre de la Virgen aparece en primer lugar. Encontrando a María encontrarás a José y a Jesús.

La encuentras recogida. María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. ¿Qué meditaba? Adentrémonos a escondidas en ese corazón inmaculado.

Se llenaba de asombro al meditar que era madre de Dios. De niña la enseñaron a pedir a Dios el sustento, y estaba ella amamantando a Dios. Le hablaron del Dios que viste los campos, y estaba ella vistiendo a Dios. Nueve meses atrás dijo: Hágase en mí según tu palabra, y ahora tendría que enseñar a hablar a Dios.

¡Puerta del cielo, puerta del Misterio, puerta del año, ruega por nosotros!

(0101)

“Evangelio 2025

Qué peligro tienen esas uvas

Muchos piensan que la Nochevieja es una fiesta pagana. A mí no me lo parece. El paso de un año en el calendario me parece algo sacratísimo. Porque el tiempo es de Dios. Adán y Eva se lo entregaron al Maligno, hasta que llegó la plenitud.

En el principio existía el Verbo. Existía fuera del tiempo, y mirando al tiempo se compadeció. Por eso, llegada la plenitud del tiempo, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y así tomó en sus brazos el tiempo, se lo arrebató al Maligno y se lo entregó al Padre desde una cruz.

Cosa distinta es lo de las uvas. Allá cada cual, pero a mí me parece una estupidez. De pequeños nos reíamos cuando mi abuela se atragantaba, qué crueldad. Seguro que más de uno ha estado a punto de salir del tiempo por atragantamiento en Nochevieja.

Os doy una idea: Procurad no atragantaros con las uvas. Y después, en lugar de lanzaros a dar abrazos y beber champán, rezad el Ángelus en familia, como una forma de consagrar a la Virgen el nuevo año. Cuando acabéis, pues hala, a los abrazos, el champán y lo que os guste. Feliz año nuevo.

(3112)

“Evangelio 2025

Atándonos nos liberó

A voz en grito, aquella bendita anciana hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. ¿Quién, entre aquellos judíos, no aguardaba la liberación de Jerusalén? Probablemente, no la hicieron caso; la dieron por loca y siguieron su camino. Pero, aunque la hubieran creído, se habrían equivocado. Porque aquel niño no liberaría a Jerusalén del yugo romano.

También se equivocaron cuando, treinta y tres años más tarde, lo recibieron en la ciudad santa con palmas en las manos, esperando de Él que promoviera una sedición. Jesús no había venido a eso. Menudo chasco.

Volvamos al Niño, escuchemos a Ana. Ese Niño es un auténtico libertador, pero el yugo que viene a romper no es el de Roma, sino el del pecado. Os escribo, hijos míos, porque se os han perdonado vuestros pecados por su nombre (1Jn 2, 12).

Pero no olvidemos que esa liberación se produce cuando nos atamos a Él con lazos de Amor, cuando tomamos su yugo suave y nos convertimos en cónyuges suyos. Muchos siguen sin entenderlo, quieren una libertad sin ataduras. Pero, por extraño que parezca, la libertad verdadera viene de una dulce atadura. Sólo quien voluntariamente se ata a Cristo es libre.

(3012)

“Evangelio 2025

Cuando el Niño educó a sus padres

familiaAhora, cuando un niño se pierde en una playa o en unos grandes almacenes, lo hacen famoso. Empiezan a gritar su nombre y apellidos por los altavoces, y el pequeño se convierte en una estrella del rock. Lógicamente, papá y mamá se mueren de vergüenza, porque la gente los mira, pero se sienten aliviados por haber encontrado al chiquitín.

Entonces no era así. Cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Y, cuando lo encontraron, le reprocharon el mal trago que les hizo pasar. Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados. Una carmelita descalza me dijo que estaba convencida de que José le dio un bofetón al Niño. Pero yo no me lo creo. Creo que José, como María, conservaba todo esto en su corazón.

Porque Jesús les había querido decir algo. Él estaba al servicio del plan de su Padre, y ellos también deberían postrarse ante ese plan. Aunque doliera.

Papás, mamás: Dios ha puesto en vuestras manos a sus hijos. Pero esos hijos son suyos. No queráis protegerlos demasiado, no fuera a ser que los protegierais también del plan de Dios.

(SDAFAMC)

“Evangelio 2025

De Egipto llamé a mi hijo

Si tú fueras Dios, acabarías con el hambre en el mundo, con las guerras, con la muerte de niños desvalidos, con la mentira, con las injusticias y hasta con las derrotas de tu equipo de fútbol. Te anunciamos que Dios ha venido a la tierra, y gritas que es mentira. Que sigue habiendo hambre y guerras, que los niños mueren cruelmente, que siguen reinando la mentira y la injusticia y tu equipo va a bajar a segunda. Por tanto, Dios no existe.

O quizás Dios no es como tú.

Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores. Y esta masacre sucedió poco después de que Dios viniera a la tierra.

Porque Dios no ha venido a solucionar problemas, sino a perdonar pecados. Los problemas siguen, los sufrimientos persisten, y Él mismo es perseguido y desterrado a Egipto, tierra de esclavitud. Lo que ha cambiado es que ahora, con su presencia, las sombras se llenan de claridad.

De Egipto llamé a mi hijo. Y, con Él, a ti y a mí. Volvemos a casa, al cielo, y volvemos como hijos. Para eso ha venido Dios a la tierra.

(2812)

“Evangelio 2025

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