La gran aventura de conocerte
Juan Bautista había hablado de Jesús como «el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Pero también dice de Él: En medio de vosotros hay uno que no conocéis. Él os conoce, vosotros no lo conocéis. Cuando lo conozcáis, tendréis vida eterna. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17, 3). Y sabemos que, en la Escritura, conocer es amar. No se consigue a través de los libros, sino de la mirada contemplativa y sosegada.
Juan, desde luego, lo conocía. Y lo conocía su madre, la Virgen santísima. ¿Lo conocía José, le dijo María que Jesús era Dios? Podemos suponer que sí.
Ahí lo tienes tú: Míralo en Belén, representado en la figura de un niño. Míralo en la Hostia, escondido tras la apariencia de pan. Míralo en cada palabra de los evangelios. Si Dios ha nacido en la tierra, hoy comienza para ti una aventura maravillosa: la de mirarlo, enamorarte y conocerlo. Y descubrir, dentro del alma, cómo te conoce Él. Cómo ese niño, con su mirada, te traspasa el corazón y acaricia los pliegues más escondidos de tu espíritu.
Eso es la santidad: conoceros.
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