Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Página 19 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

La paz que yo quiero

Todos queremos paz. Pero «paz» se dice de muchas maneras. ¿Qué paz queremos? Quizá seamos distintos en eso.

La paz mundial todos dicen quererla, pero si la quisieran no habría guerras. Hará falta algo más.

La paz de las farmacias, la de las pastillas, es sólo química. No llega al alma. Sólo la adormece. Y yo quisiera estar despierto.

La paz del yoga o del mindfulness es una forma de vaciarse… Pero yo quisiera estar lleno.

La paz del campo es idílica. Está llena de mosquitos y de bichos. Además, por muchos árboles que tengas alrededor, si estás en guerra por dentro…

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Yo quiero la paz de Cristo. Se asienta en el alma incluso entre las angustias de Getsemaní. No se obtiene, se recibe del cielo cuando dejamos que el alma se llene de Dios; cuando, en medio de las contrariedades, en lugar de rebelarnos, decimos: «Hágase tu voluntad». Te reconcilias con tu historia, con tu vida, con tu pobreza. Te reconcilias con Dios. ¡Cuánta paz, tras una buena confesión! Y entonces, sufres, ríes, lloras, trabajas con paz, porque vives con Dios.

(TPC06)

Para que te partan la cara

«¿Y por qué voy yo a desgastarme anunciándoles a Jesucristo, si no me van a hacer caso? No hay nada que hacer, padre. Además, si me junto con ellos, quizá me tienten y acabe yo también mundanizado. Mejor rezo por ellos y que se encargue Dios de convertirlos».

Así se condena la gente «piadosa». Qué penita.

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros… Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

Por eso vale la pena anunciar a Cristo; por eso ningún cristiano puede eludir ese mandato. Porque, como le sucedió al Señor, al escuchar el anuncio unos nos perseguirán y otros guardarán nuestra palabra. Y quizá quienes la guarden sean quienes menos sospechemos, por cierto. Podría contarte muchas historias así.

A ellos, a quienes nos escuchen, los redimirá la predicación. Y a quienes no nos escuchen y nos persigan los redimirá nuestro martirio, nuestro dolor por ellos, y la humillación a que nos sometan.

Por tanto, si me preguntas para qué vas a anunciarles «a ésos» el nombre de Cristo, te respondo: Para que te partan la cara.

(TP05S)

La diferencia entre amar y sentir amor

El primer mandamiento de la ley mosaica prescribía amar a Dios con todo el corazón. Y el Mandamiento nuevo de Jesús nos dice: Que os améis unos a otros como yo os he amado.

Y yo me pregunto: ¿Es que se puede amar por mandato? Si yo no siento amor por una persona, ¿puede un mandato, aunque venga del cielo, hacerme sentir amor por ella?

La respuesta es no, salvo milagro o intervención expresa del cielo en mis afectos. No suele suceder. Pero quizás yo he entendido mal el mandamiento. No se me está pidiendo que sienta amor; se me está pidiendo que ame. Son exigencias distintas.

Sobre mis afectos no tengo poder. Si me caes mal, no me vas a caer bien porque me lo pidas ni porque me lo pida Dios. Ojalá pudiese controlar eso, pero no puedo.

Pero si amar no se identifica con sentir amor, sino con dar la vida, entonces puedo. Puedo entregarte mi vida, y puedo entregar mi vida a Dios por ti, aunque mi corazón esté herido y resentido contigo por el daño que me has hecho. Puedo hacerlo y quiero hacerlo, porque no quiero seguir a mi corazón, sino al de Cristo.

(TP05V)

Así te quiero

La declaración de Amor que hoy nos regala el Señor –la única declaración de Amor expresa de Jesús en los evangelios– es un complemento al Mandamiento Nuevo:

Como el Padre me amó, así os he amado yo.

Quien nos invitó a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado nos devela ahora cómo nos ha amado: Como el Padre me amó.

Recibe primero esa declaración de Amor. Elimina el plural y ponle tu nombre: «Como el Padre me amó, así te amo, Fernando». Deja que esas palabras llenen de gozo el corazón y empapen de Espíritu el alma. Porque ese Espíritu es el Amor con que el Padre ama al Hijo y el Hijo te ama a ti.

Después, rebosante de alegría, ve a tu prójimo. Y dile, con tu vida: «Como Cristo me quiere, así te quiero yo. Te quiero aunque no me quieras. Te quiero aunque me crucifiques. Te quiero cuando estás en tu pecado. Te quiero cuando estás alegre, y te quiero con más ternura cuando sufres. Todo te lo perdono. Y estoy dispuesto a dar mi vida por ti. Porque lo que más deseo, en mi amor por ti, es que seas santo».

(TP05J)

Sin Ti

Aunque tiene alguna inconveniencia que no copiaré aquí, me gusta mucho esa canción de Sabina que se llama «Así estoy yo sin ti»: «Perdido como un quinto en día de permiso, como un santo sin paraíso, como el ojo del maniquí; huraño como un dandy con lamparones, como un barco sin polizones, así estoy yo sin ti».

Sin mí no podéis hacer nada. Es que esa canción, salvando la inconveniencia que no copiaré aquí, se la canto yo al Señor. Soy como Pedro, a dónde iría sin Ti, tú tienes palabras de vida eterna.

Sé que mucha gente vive sin Cristo. Me da muchísima pena, no sé qué entienden por felicidad, no sé con qué se conforman. Yo no puedo; tras haber conocido el Amor del Señor, ya no me conformo con nada menos.

¿Y tú? ¿Qué harías sin Cristo, cómo estarías sin Él? Quizá prefieras no responder, para qué asomarse a abismos de tinieblas. Te comprendo. Pero, para que te hagas una idea, repasa tus peores tendencias, tus instintos más brutales y asústate.

Pide al Señor la gracia de no separarte jamás de Él. Porque, si nada podemos hacer sin Él, sabemos a dónde vamos con Él: al cielo.

(TP05X)

La comunión del silencio

Ayer meditábamos sobre esa «comunión del eco», por la cual las palabras de Jesús permanecen vivas en el alma de quien lo ama. Hoy el Señor anuncia una comunión más misteriosa:

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo. Como todo lo que Cristo dijo, era verdad. Estaba pronunciando sus últimas palabras antes de morir. El príncipe de este mundo le taparía la boca con la mordaza de la muerte, de la que apenas escaparían siete palabras pronunciadas desde el Leño. Después, silencio.

Ya no hablaré mucho con vosotros. Pero eso no quiere decir que no nos diga nada. Nos dice con sus silencios lo que las palabras no pueden expresar.

Si no aprendes a escuchar los silencios del Señor, te perderás las verdades más profundas y amorosas. Si te quejas cuando Jesús cierra los labios, entonces no has entendido nada.

Tienes que saber sentarte ante un sagrario y decir: «Ahora no nos hablamos». Nos miramos en silencio. Y el Espíritu, silencioso también, acaricia tu alma sin que lo sientas, y deja en ella la noticia de un Amor que ninguna palabra humana puede transportar. No hay noche más luminosa ni silencio más elocuente.

(TP05M)

La comunión del eco

El eco dura lo que dura el eco. Entras en mi parroquia, que es un monumento al eco, dices hola y las paredes te devuelven el saludo con tu hola rebotado. Pero después se apagan. Proclamas el evangelio desde el ambón, y se escucha dos veces, pero nada más. Si hubiera un eco que no se apagara, si las palabras de Jesús se mantuvieran vivas, sería como una fuente de la que puedes beber sin cansarte.

El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Ese eco tan deseado sólo las paredes del alma pueden producirlo cuando el alma está sellada por el amor a Cristo. Lees sus palabras, y resuenan dentro sin apagarse. Sales del templo, y siguen allí. Entras en casa, y te acompañan. Mientras pagas la cuenta en el supermercado siguen resonando en la memoria. Te acuestas por la noche, y acompañan tu sueño como canción de cuna.

Entonces sabes que has comulgado con ellas. Son presencia de Cristo en tu interior. Y del Padre, y del Espíritu, que es quien os vaya recordando todo lo que os he dicho.

Es la comunión del eco.

(TP05L)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad