Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Tiempo Ordinario (ciclo impar) – Página 7 – Espiritualidad digital

«Buenos» que se marchan y malos que se enamoran

Aprovechemos el pasaje del joven rico para aclarar una confusión muy frecuente acerca de la santidad. Muchos creen que «santo», en la escala jerárquica de la bondad, es lo siguiente a «bueno». Por tanto, si ya es difícil ser bueno, ser santo es imposible.

Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?

Cuando Jesús enumera ante el joven los preceptos de la ley, el joven afirma que los ha cumplido. Hala, ya es bueno. Vamos ahora al siguiente escalón. ¿Qué me falta? Y Jesús le muestra el siguiente escalón:

Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego ven y sígueme.

Pero ese escalón es demasiado alto para el joven, y decide conformarse con ser bueno.

Error.

Si el joven, en lugar de afirmar que ha cumplido la ley, hubiera confesado que no lograba cumplir ni un mandamiento, Jesús le hubiera invitado también a seguirlo. ¿Cuántos mandamientos cumplía Mateo al conocer a Jesús? ¿Cuántos cumplía el buen ladrón?

Porque «santo» no es lo siguiente a «bueno». Santo es enamorado. Y, os lo aseguro, hasta los malos se enamoran. Y el amor de Cristo los hace santos.

(TOI20L)

Dejad que los niños se acerquen a Cristo

Leo siempre este pasaje del Evangelio en los bautismos. Creo que debo hacerlo, que es más necesario que nunca recordarlo.

Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.

Para muchos de nosotros, nuestra fe es la fe de nuestros padres, la de nuestra niñez. Porque de labios de nuestros padres aprendimos las primeras oraciones, y porque ellos nos llevaron, muy poco después de nacer, a recibir el agua bautismal. En las fotos de mi bautismo ni siquiera aparece mi madre; aún estaba convaleciente del parto.

¡Cuántas personas que se han alejado de la Iglesia no dejan, sin embargo, de rezar cada noche las oraciones que les enseñaron sus padres de niños! Esas oraciones un día los salvarán.

Dejad que los niños se acerquen a Cristo. No esperéis para bautizarlos a que sean mayores, o a que la tía Pili vuelva de Villajoyosa, o a que sea primavera para celebrarlo en el chalet. ¿Los tendríais sin comer hasta entonces? No les privéis de la gracia de Cristo. Enseñadles a rezar en cuanto comiencen a hablar. Y darán gracias toda la vida por los padres que tuvieron. Como yo.

(TOI19S)

Dios nos libre de la amnesia

Lo he escrito muchas veces: identificar perdón con olvido es un error temerario. Perdonar no es olvidar. Es recordar como gracia lo que sucedió como desgracia. Es blanquear el recuerdo con la blancura de la divina misericordia. Ni Dios olvida mis pecados, ni debo olvidarlos yo. Tanto Dios como yo los recordamos bañados en la sangre y el agua del costado de Cristo.

Fijaos, si no, en la parábola de hoy:

Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Si yo olvidase lo mucho que me ha perdonado el Señor, ¿cómo podría perdonar a quien me ofende? Sin embargo, el recuerdo de la misericordia que Dios tuvo conmigo me mueve a perdonar cualquier ofensa.

Y, como podéis ver, el amo no ha olvidado la deuda que le perdonó al criado. Más bien, la recuerda como aquel momento en que tuvo misericordia de él.

Por eso no me creo que Dios olvide mis pecados. Los recuerda y saborea el Amor con que me amó. Y tampoco yo quisiera olvidar mis culpas. Quiero recordarlas, porque en mis culpas me amó Dios cuando yo era feo.

(TOI19J)

No es fácil ser santo

correcciónSe llama corrección fraterna. Y, al menos para mí, no es nada fácil:

Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Me quedo con la primera parte porque, si ya ésa me parece difícil, la dos siguientes ni os cuento.

Me parece difícil porque, cuando mi «hermanito» peca contra mí, me enfado. Y, cuando me enfado, lo que me sale no es precisamente una corrección, sino una bronca de tomo y lomo, estemos a solas o en medio de un estadio.

Espera a que se te pase el enfado… Venga, vale. Y hago un esfuerzo terrible por callar, aunque me abrase por dentro. Y hasta, heroicamente, pongo buena cara. Y si me hacen pipí encima digo que llueve y que qué bien todo.

Al cabo de un tiempo, se me ha pasado el enfado. Pero, entonces, lo que me cuesta es hablar. ¿Para qué se lo voy a decir, si no me va a hacer caso? Además, le va a sentar fatal y se enfadará conmigo. Mejor no se lo digo.

Ya lo veis. Pero, por difícil que sea, la corrección fraterna es de santos. Y nosotros queremos ser santos. Que Dios nos dé su gracia.

(TOI19X)

El coloso de Dios era un niño

Me lo contaron las religiosas que, en 2003, hospedaron a san Juan Pablo II en Madrid. Se lo encontraban de noche en la capilla, abrazado al sagrario y cantando. Supieron que cantaba canciones que su madre le enseñó de pequeño. Como un niño. Y era el coloso de Dios que dio varias vueltas al mundo proclamando el nombre de Cristo.

Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Estas palabras no son una invitación a la inmadurez ni a los infantilismos. De inmadurez e infantilismos, por desgracia, andamos sobrados, pero nada tienen que ver con la infancia espiritual. San Juan Pablo II era un niño, no un crío.

La infancia espiritual es un proceso interior que tiene lugar cuando el Hijo te va mostrando al Padre. Y es tanta la grandeza que se presenta al alma, y tan dulce la ternura que emana, que el alma, ante esa contemplación, se hace pequeña, muy pequeña… niña. Y se deja abrazar y mecer, acariciar y besar. Y calla. Y gime. Y canta. Y goza.

Hacia fuera sucede lo contrario. Ese conocimiento de Dios crea personas realmente maduras y responsables. Porque están en Verdad.

(TOI19M)

El pez incauto

Alguien se debió pensar que el Mar de Galilea era la Fontana de Trevi. Seguramente, algún turista. Y le dio por echar al mar, no las monedillas que le habían dado de vuelta en el Mercadona, sino una moneda de plata. Quizá formuló un deseo mientras hacía el dispendio. Total, que el primer pez que pasó vio brillar la moneda y se la zampó.

Ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti. De este modo, el pez incauto que se comió la moneda quedó convertido en icono. En icono de aquel otro pez con cuyas entrañas Tobías curó la ceguera de su padre. Y en icono del Pez, que es Cristo.

IXZUS (lo escribo con letras latinas y no griegas) era el acrónimo, entre los primeros cristianos, de «Iesus Xristos Zeus Uios Soteros», es decir, «Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador». Pero IXZUS, en griego, significa «Pez». El pez era icono de Cristo.

Porque Cristo es el Pez que, con sus entrañas derramadas en la Cruz, pagó la cuenta que, por nuestros pecados, debíamos tú yo. Los hijos están exentos.

(TOI19L)

La única forma

Temo el juicio de Dios. ¿Cómo no voy a temerlo, si he pecado tanto? Por eso, cuando leo que el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta, preferiría no estar entre los juzgados. No me fío de «mi conducta».

Ese día, una línea, como la de un estrado, separará al Juez de los juzgados. Y todo mi afán es cruzar esa línea para huir del banquillo y sentarme en el asiento del Juez. ¿Os parece demasiado atrevido? A mí no. Me parece la única forma de escapar del juicio. Me parece la única forma de ser feliz. Me parece la única forma de gozar del Amor. Me parece la única forma de ser santo. Claro que ser santo siempre ha sido un atrevimiento.

San Pablo me dio la idea: Habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces apareceréis también vosotros, juntamente con Él, en gloria (Col 3, 4).

Si, durante esta vida, me refugio en su sagrado Corazón, cuando Él vuelva para juzgar yo volveré junto a Él. No estaré enfrente, sino dentro. No seré juzgado.

(TOI18V)

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