Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Fiestas de la Virgen – Espiritualidad digital

Feministas del Pilar

Ahora lo llaman feminismo. Y lo venden como una conquista de la modernidad. Pero la Biblia, desde siempre, ha exaltado la dignidad de la mujer como nadie lo ha hecho. Admito que los cristianos, a lo largo de la Historia, no hemos estado a la altura. A la mujer se la ha postergado y despreciado, se la ha considerado como inferior al hombre en muchas épocas y culturas a las que se llamó «cristianas». Pero aquello fue una traición, culpable o inconsciente, a las verdades reveladas.

Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.

Miradla sobre el pilar. Está sobre el pilar y es pilar. Porque la mujer ha sido siempre el pilar de la Humanidad. Por eso el Demonio, desde Eva hasta la mujer perseguida por el dragón del Apocalipsis, pasando por nuestros días, ha acechado siempre a la mujer. Él sabe que, si cae el hombre, la mujer lo levantará. Pero, si cae la mujer, el hombre caerá tras ella. Si en una familia cae el padre, la madre lo pone en pie. Pero si la madre cae, la familia entera cae con ella. Así nos va.

¿Somos feministas? ¡Claro! De los del Pilar.

(1210)

El camino hacia el Camino

Busca las vidas de los santos. Léelas todas, si quieres, y dime si existe un solo santo en el santoral que no haya amado tiernamente a la Virgen. No lo encontrarás, te lo aseguro. Porque ella es la reina de los santos, y el más dulce camino hacia el Camino.

He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Con esta expresión nos iluminó la senda hacia la santidad. Porque Cristo es la Palabra, y esa Palabra es nuevamente gestada en el alma del cristiano por la contemplación de los misterios de su vida.

Él es también el Camino. Y, por eso, en el Rosario la Virgen es camino hacia el Camino. Cada vez que, mientras desgranas las cuentas y rezas las avemarías, vas contemplando los misterios, de la mano de María te vas sumergiendo en Cristo y Cristo, alumbrado por ella, se va sumergiendo en ti. Y poco a poco, rosario a rosario, la Palabra se va haciendo verdad en tu corazón y en tu vida.

No dejes de rezarlo. Rézalo cada día. Y mantén, mientras lo rezas, la mente en el misterio. Deja que la Virgen vuelva a dar a luz a Cristo en ti.

(0710)

Los dolores de una madre

Una hora antes de escribir estas líneas he estado rezando, junto a una madre desconsolada, ante el cadáver de su pequeña hija que no tuvo tiempo ni de nacer. Apenas puedes hablar en momentos así. Sólo orar, callar y sufrir con ella. Porque es algo que no debería suceder. Una madre no debería tener que enterrar a su hija, somos los hijos quienes enterramos a los padres. Y si eso ya es doloroso, el entierro de una hija es terriblemente desgarrador. Aun así, le he dicho que realmente ha dado a luz a su pequeña. La ha dado a luz para el cielo, y desde allí ella cuidará de su madre.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. He ahí la espada que Simeón profetizó que atravesaría el corazón de María. La misma que atravesaba esta mañana el corazón de la madre con quien recé. La misma que atraviesa el corazón de tantas madres que lloran por la muerte del alma de sus hijos apartados de Dios.

Pero los dolores de una madre son siempre de parto. El dolor de una madre nunca se pierde.

(1509)

Una rama verde en un árbol seco

Los árboles genealógicos van de arriba abajo (como el que nos ofrece hoy san Mateo), o de abajo arriba (como el de san Lucas), pero siempre en vertical. Por eso es curioso el quiebro que san Mateo realiza en la última parte:

José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

De repente, en el descenso a través de ese árbol, se injerta una rama que altera el orden de la semilla del varón y da fruto por sí misma. Esa rama se llama María. Fue injertada en el árbol por el propio Dios, y su fruto, el fruto de su vientre, es Jesús.

Hay más peculiaridades. Mientras el injerto natural es vivificado por el árbol, este injerto divino está llamado a vivificar y purificar un árbol manchado por el pecado.

José, hijo de David, no temas acoger a María. Se lo dice el ángel a José. Pero, a través del ángel, Dios le está diciendo al árbol: No temas acoger esta rama inmaculada, porque su fruto te sanará.

Y nos lo dice también a nosotros. Acoge a María, porque la devoción a la Virgen purifica el corazón y limpia la vida. Ella te traerá a Cristo.

(0809)

De esclavos y reyes

consorteSorprende que, en el día en que veneramos a la santísima Virgen como reina, la sagrada liturgia nos presente un pasaje en el que ella se llama a sí misma esclava:

He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Hace más de treinta años escogí esa frase como lema de mi ordenación sacerdotal y mi primera misa. Y no puedo estar más satisfecho de ello. La Virgen me ha protegido mucho. Pero es cierto que los reyes tienen súbditos, mientras los esclavos tienen amos. ¿En qué quedamos? ¿Reina o esclava?

Reina por ser esclava. Y esclava por Amor. Dulce esclavitud, en la que el corazón se rinde a la ternura de Dios y se entrega por completo. Y se postran el entendimiento y la voluntad ante la grandeza del Bien supremo. Se encuentra entonces, como perla escondida, la verdadera humildad, que no viene del desprecio de uno mismo, sino del hallazgo gozoso de esa grandeza que te hace sentir la más pequeña y agraciada de las criaturas.

Entonces, viéndola así por Amor postrada, Dios mismo la ensalzó y convirtió a la esclava en reina. Reina de cielos y tierra. Tierra donde, paradojas, tantos reyes son esclavos.

(2208)

La película que nunca se hará

Me gusta el cine, pero no sé hacer películas. También me gusta ver la hora, aunque no sé hacer relojes. A pesar de todo, si tuviera que realizar una película sobre la Virgen, la primera escena sería la más difícil: la presentaría en el cielo, sentada junto a su Hijo, con el rostro radiante de felicidad. Y, tras esa presentación, la película sería un flashback. ¿Cómo llegó a ese maravilloso destino?

Ahora, las escenas:

Una niña inmaculada, hermosísima, pero no con la hermosura sintética de la báscula y el bronceado, sino con la hermosura con que un alma limpia brilla en los ojos e ilumina el rostro.

Una joven arrebatada en amor, y por amor virgen con la virginidad apasionada de la enamorada de Dios.

Una madre que adora a su Hijo, que derrama lágrimas mientras calza y besa el pie de su Amor.

Una mujer herida y serena que acompaña al Hijo mientras Él extiende los brazos como alas para volar al cielo.

Una mujer dichosa que abraza al Hijo resucitado en la mañana de un domingo radiante.

Una mujer que es llevada al cielo, porque su Hijo no quiere cielo si mamá no está con Él.

The end.

(1508)

En el templo está Jesús

Por dos veces se refiere san Lucas al modo en que la Virgen guardaba todo en el corazón. La primera es en Belén, tras la visita de los pastores. La segunda tiene lugar cuando, al cabo de tres días, José y ella encuentran al Niño perdido en el templo.

Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Precisamente por eso, porque aquella alma contemplativa guardaba en el silencio de su corazón, como palabras venidas de Dios, los acontecimientos de su vida, debió entender que, en adelante, si sentía la angustia por la ausencia de su Hijo, lo encontraría en el templo. Es decir, en su propio corazón inmaculado, que era el santuario más precioso de la divina gracia. Apréndelo también tú. Cuando te parezca que has perdido de vista a Jesús, busca en lo profundo de tu alma en gracia y lo encontrarás.

También por eso, María vivió el Sábado Santo recogida en su inmaculado corazón. Allí seguía, dormido, como dormido estaba en lo profundo de la tierra, su Hijo. Y, una vez más, lo recobraría despierto al tercer día. Entonces comprendió que aquellos tres días en que perdió a Jesús en Jerusalén eran anuncio de su muerte y resurrección.

(ICM)

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