Una ruina

Érase un hombre tan avaro, tan avaro, que hasta prestaba atención con interés.

Vale. Perdonad el chiste. Una licencia dominical.

Pero viene a cuento.

Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

¿Acaso es malo el mercado? No. El mercado es necesario para la economía del ciudadano y del país. Pero tiene su momento y su lugar. Cuando uno entra en la casa de Dios, cambia de escenario. No todo es mercado.

En el mercado, el hombre busca su interés. Compra y vende. Pero el Amor ni se compra, ni se vende, ni busca su interés. Dios se regala a Sí mismo, se entrega sin esperar paga y arruina su interés hasta morir amando. Dios no es un mercader. Es un río que fluye generosamente por el alma y todo lo llena de vida.

Por tanto, cuando entres en Mercadona, busca las ofertas y que tengas suerte. Yo ya no tengo Mercadona cerca y me apaño con el cheque ahorro de Carrefour. Pero en la casa de Dios, que es tu alma, olvida tu ganancia, recibe a quien te ha regalado hasta su sangre, y entrégate sin reservas, que el Amor es una ruina.

(0911)