La fiesta de los tres arcángeles tiene mucho de especial. A diferencia de otras conmemoraciones, hoy no celebramos a santos canonizados tras una vida de virtudes heroicas. Los arcángeles tampoco son gasecillos que ocupan lo mismo que un cuerpo, ni cuerpos semitransparentes con alas que husmean por el aire.
Miguel, Gabriel y Rafael son espíritus puros y limpios que no ocupan espacio, no están aquí ni allí salvo por sus operaciones, y prueban que Dios quiere salvar al hombre.
Miguel es la muestra arcangélica de que Dios quiere librarnos del poder del Malo. Por eso lo invocamos para que aleje a los demonios y derrote el poder del Enemigo.
Gabriel nos muestra que Dios, como a la Virgen, también a nosotros nos quiere hacer llegar su palabra. Por eso recurrimos a su ayuda para conocer y comprender el plan del Señor.
Rafael, que guio al joven Tobías en su camino, nos muestra que Dios quiere que lleguemos a Él por los caminos del bien. Por eso lo invocamos, no sólo antes de emprender un viaje, sino también en esas encrucijadas de la vida en las que nos sentimos desorientados.
No son santos canonizados. Son quienes los ayudaron a ser santos.
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