Los árboles genealógicos van de arriba abajo (como el que nos ofrece hoy san Mateo), o de abajo arriba (como el de san Lucas), pero siempre en vertical. Por eso es curioso el quiebro que san Mateo realiza en la última parte:
José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
De repente, en el descenso a través de ese árbol, se injerta una rama que altera el orden de la semilla del varón y da fruto por sí misma. Esa rama se llama María. Fue injertada en el árbol por el propio Dios, y su fruto, el fruto de su vientre, es Jesús.
Hay más peculiaridades. Mientras el injerto natural es vivificado por el árbol, este injerto divino está llamado a vivificar y purificar un árbol manchado por el pecado.
José, hijo de David, no temas acoger a María. Se lo dice el ángel a José. Pero, a través del ángel, Dios le está diciendo al árbol: No temas acoger esta rama inmaculada, porque su fruto te sanará.
Y nos lo dice también a nosotros. Acoge a María, porque la devoción a la Virgen purifica el corazón y limpia la vida. Ella te traerá a Cristo.
(0809)