Quizá, en estos últimos días de verano, algunos de vosotros seguís disfrutando de las playas o las piscinas. Y cuando os dais un baño, dejáis la ropa recogida junto a vuestra sombrilla o vuestra tumbona. Eso se llama «nadar y guardar la ropa». Yo un día perdí la ropa por un paseo por la orilla en la playa de San Lorenzo, en Gijón. Al volver del paseo, la marea había subido y mi ropa se la habían puesto los peces. En esa ocasión, no pude nadar, pasear y guardar la ropa. Un desastre.
En el seguimiento de Cristo, sin embargo, no es posible nadar y guardar la ropa. Todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. No puedes seguir al Señor y, a la vez, reservarte algo por si Él te falla o le fallas tú. Con Jesús es un todo o nada. O te entregas totalmente y quemas las naves con la ropa dentro, o te quedas instalado en la tibieza y no disfrutas ni de Cristo ni del mundo.
Jesús no se conforma con ser el primero, ni con que le des una parte. Él lo quiere todo. Decídete.
(TOC23)