Te traigo joyas. He gastado cuanto tenía en comprártelas. Y, cuando llego a ti, me pides caramelos. Te muestro los diamantes, los brazaletes de oro, los collares de perlas que tanto me han costado, y los desprecias. No los quieres. Tú quieres caramelos. Me haces pensar si me valió la pena empobrecerme por ti.
¡Y no queréis venir a mí para tener vida! (Jn 5, 40). Así llora Jesús en el evangelio de Juan. Y así lloró por dentro en Nazaret.
Sin duda me diréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo», haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.
Queréis venir a mí, pero no para tener vida. Queréis venir a mí para que haga en Nazaret más milagros que en Cafarnaún y poder presumir ante ellos. Queréis venir a mí para que sane a vuestros enfermos y os multiplique panes y peces. Pero no queréis venir a mí para tener vida. No queréis salvaros. Os traigo joyas, y queréis caramelos.
No buscáis el Amor. Queréis serviros de la religión para prosperar en esta vida. Y después encontraros con vuestros abuelos en un cielo que no es el mío.
Me hacéis llorar.
(TOI22L)