Tengo dos pies, una cabeza, y una montaña a la que subir. Con la cabeza ya he subido, porque mis ojos ven la cumbre. Con los pies tardaré en llegar, son más lentos que la cabeza. Pero sin ellos no llegaré, porque el paisaje que diviso no será mío hasta que lo pise. Tampoco llegaré sin la cabeza porque, sin ella, mis pies no sabrían a dónde ir.
Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Ésta es la astucia del administrador infiel. Tiene los pies en el hoy y la cabeza en el mañana. Sabe que mañana necesitará un empleo. Y se sirve de los bienes que administra hoy para ganar amigos que se lo ofrezcan.
Si te quedas soñando con el cielo y no te mueves, no te esfuerzas, no entregas cada minuto de tu vida a Dios y al prójimo, nunca llegarás. Si dejas de mirar al cielo cada día, si abandonas la oración o la conviertes en un repaso a tus problemas, tampoco llegarás.
Si quieres salvarte, imita al administrador infiel: los pies en la tierra y la cabeza en el cielo.
(TOI31V)











