«¿Y para qué voy a hablar de Dios a esta persona, si no me hará caso?» Jamás digas eso. San Antonio hablaba de Jesucristo a los peces. Yo he visto convertirse a personas por cuya conversión no hubiera apostado ni un loco. Si un perseguidor de la Iglesia como Pablo de Tarso se convirtió, si un ateo redomado como André Frossard salió católico de una visita a un templo, no hay nadie que no pueda abrir el corazón a Jesucristo.
Salió el sembrador a sembrar su semilla. Y sembró al borde del camino, en terreno pedregoso, entre zarzas y en tierra buena. No se detenía antes de sembrar para mirar qué terreno era.
Haz lo mismo. Que no haya nadie a tu lado que no sepa que amas a Jesucristo. No tienes que imponer tu fe a nadie, ni convertirte en un «pesado con escapulario». Simplemente tienes que hacer amigos, y a los amigos les cuenta uno su vida. Igual que ellos te dicen que son del Atlético de Madrid, les dices tú que eres de Cristo, que eres cristiano. Y, después –ya verás– muchos de ellos te pedirán que les hables más de Él y se acercarán a Dios.
(TOI24S)











