Si quieres saber cómo está tu corazón, y te atreves a hacer esta prueba, un día de éstos pon el móvil a grabar una nota voz que ocupe desde la mañana hasta la noche. El gran reto es éste: A ver si, al día siguiente, o durante la semana siguiente, soportas escuchar todas tus palabras de una jornada completa (igual me equivoco, y te encanta, espero que no). Conforme escuchas, ve borrando lo siguiente: las palabras ociosas, las frívolas, las críticas, las quejas, las palabras airadas, las vanidosas, las discusiones, las palabras sobre ti mismo… ¿queda algo? Algo quedará, pero ¿te has dado cuenta de qué cantidad de palabras podrías haberte ahorrado? ¿Te has fijado en cómo está tu corazón?
De lo que rebosa el corazón habla la boca.
No digo que debas estar todo el día hablando de Dios, ni que saludes por la calle con «Ave María purísima». Pero qué poco dice de ti el que tus conversaciones estén tan llenas de ti mismo y de tus miserias.
Anda, lleva el corazón con frecuencia ante el sagrario. Deja que allí se llene de Dios. Y, poco a poco, todas tus palabras, hasta tus «buenos días», sonarán a cielo.
(TOI23S)











