A veces me sorprendo a mí mismo cuando me veo, en mi cargo de párroco, tratando de tener contento a todo el mundo. Hasta que me vienen unos novios que quieren convertir su boda en un recital de bandas sonoras de películas y tengo que decirles: «No». Se me enfadan los novios, me llama la madre de la novia por el disgusto que tiene su hija, me llaman los músicos para tratar de convencerme… Y yo me digo: «Pero, Fernando, ¿eres tonto? ¿Aún no te has dado cuenta de que no puedes agradar a todo el mundo?».
Nunca se ha visto en Israel cosa igual… Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios. Si en torno a Cristo, que es la Verdad encarnada, se dividieron los hombres, alabándolo unos y ultrajándolo otros, no vayamos nosotros a querer caer bien a todos.
Insisto en que Cristo es la Verdad, porque la única forma de agradar a todo el mundo es mintiendo. Pero hasta ese truco funciona pocas veces.
Asumamos que siempre habrá quien nos mire mal, quien hable mal de nosotros… y no creamos que, por eso, estamos haciendo algo mal. Preocupémonos sólo de agradar a Dios.
(TOI14M)