Hablábamos ayer de la importancia de entregar la salud, y tenemos hoy un buen ejemplo.
Vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Ahí tienes a Simón, un hombre cansado y fracasado. Toda la noche en vela, tratando de pescar sin echarse a la red ni una sardina, lavando ya las redes y deseando ir a casa a dormir.
Pero llega Jesús y se le sube a la barca. Simón le deja. Jesús predica desde allí. Simón se durmió, seguro, durante la homilía, estaba rendido. Y, al concluir el discurso, cuando Simón se dispone a volver, al fin, a casa… Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca.
«Señor, no puedo más, no hemos pescado nada en toda la noche, las redes ya están limpias y yo me muero de sueño. ¿Por qué no vienes esta noche y lo intentamos?»
No.
Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Ese sí, el sí del cansado, el sí del que no puede más, es el sí de los santos. Jesús, con ese sí, hace milagros. Llenaron las dos barcas.
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