¡Qué poca imaginación!
¡Qué distinta hubiera podido ser la historia! Imaginad que Herodes, al escuchar la predicación de Juan, hubiera recapacitado sobre su unión ilegítima con Herodías. Imaginad que hubiese hablado con ella y que hubiese recapacitado también. Imaginad que ambos, junto con Salomé, se hubieran dejado bautizar por Juan y hubieran emprendido una vida nueva como discípulos de Cristo, a quien Juan anunciaba. Bueno, no imaginéis más, que os va a explotar el cerebro. Además, no hace falta. De haber sucedido eso, los tres se habrían salvado, quizá fueran santos. Porque a esa santidad, y a la vida eterna, lleva el camino de Cristo.
Si la imaginación obrara el milagro… pero no lo obra. El milagro lo obra Dios con el permiso del hombre. Y Herodes no se lo dio. Prefirió tomar el camino del pecado, que es como una pendiente inclinada hacia abajo que acaba en el abismo. Mientras desciendes, te gusta el vértigo. Hasta que te estrellas, y lo pierdes todo. De la lujuria pasó a la ebriedad. Y de allí al homicidio. Años más tarde, tuvo delante a Jesús y, en lugar de arrepentirse, lo ultrajó. Como cuando el moribundo expulsa al sacerdote de la habitación.
¡Qué poca imaginación!
(TOI17S)