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Espiritualidad digital – Página 9 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Cristo, el publicano

parábola del fariseo y el publicanoHitchcock aparecía, como un personaje más, en todas sus películas. Pero eso lo había hecho antes, y mucho mejor, Jesús con sus parábolas. Si lo buscáis en ellas, lo encontraréis siempre. Está disfrazado, pero no cabe duda, es Él.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, se golpeaba el pecho diciendo: «¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador».

Es Cristo, y Cristo crucificado. No pide perdón por sus pecados, sino por los tuyos, que Él ha cargado sobre Sí. Se ha quedado atrás, en el último lugar de la Humanidad, el de los malditos y condenados. Y desde allí clama a su Padre, lleno de dolor, pidiendo el perdón para ti.

Mira cómo sufre. Le duelen tus culpas; las ha hecho suyas. ¿No te dolerán a ti? ¿Dejarás que se lleve Él todo el dolor? Pide la gracia de una verdadera contrición, para acompañar a quien te acompaña. No te conformes si tus pecados te duelen por rabia, por fastidio de no ser perfecto. Pídele a Jesús dolor de amor, el suyo.

El que se humilla será enaltecido. El publicano humillado, que es Cristo, será enaltecido y resucitará. Tú también, si te humillas con Él, serás perdonado y tendrás vida eterna.

(TOC30)

El altar en que te inmolas

Es llamativo el modo en que, cuando alguien muere, nos apresuramos a echarle la culpa: Fumaba mucho, estaba muy gordo, no hacía deporte, no se cuidaba… Leña al mono. Encima de muerto, irresponsable. Pero, en fin, así creemos que nos quitamos la muerte de encima. Pobres de nosotros.

Lo mismo sucedía a quienes traían a Jesús la noticia de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Algo malo habrían hecho. Y Jesús les pregunta: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto?

Os digo que no. Aquellos hombres no eran más pecadores que los demás. Y Pilato hizo con ellos lo que hace la vida con nosotros, porque la sangre del hombre siempre se vierte con la de los sacrificios que ofrece. Quien pasa la vida ofreciendo sacrificios al dinero muere inmolado en el altar de las riquezas. Y lo mismo sucede con la lujuria, la soberbia, y los demás ídolos.

Pero quien participa a diario del Sacrificio Eucarístico acaba mezclando su sangre con la de Cristo, y la ofrenda de su vida con la del Calvario. Sólo ése vencerá a la muerte y vivirá.

(TOI29S)

Besa tu cruz

besoDesde mi confesonario te he visto besar la cruz que hay a la entrada del templo. Te lo he visto hacer muchas veces. La besas porque es la Cruz de Cristo. Hoy quiero invitarte a besar la tuya.

Sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? Interpretar el tiempo presente es entender el lenguaje de Dios. Y darte cuenta de que, en esa contrariedad, en ese sufrimiento que a veces te ahoga por dentro, en esa circunstancia que te cuesta aceptar, hay una palabra del Señor. Si Él permite esa cruz, es porque en ella hay un crucifijo. Búscalo, escúchalo, bésalo. Reconcíliate con tu vida. Besa tu cruz. O, mejor, besa al crucifijo que hay en ella.

Mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él. Aunque suene duro, es la verdad. Por mucho que beses la cruz del templo, mientras no beses la tuya estás en guerra con Cristo. Porque en ella está Él crucificado, mientras tú reniegas. Acepta ese sufrimiento, deja que Jesús lo sufra a tu lado, y entonces se convertirá en Amor. Besa tu cruz.

(TOI29V)

A los que «les cansa» Dios

Permite que te copie un par de citas: Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación (Sal 67, 20); Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades (Is 53, 4).

Te recuerdo esas citas –podría añadir muchas más– porque me llama la atención el modo en que, para muchos, el cristianismo es una carga. Se trata de una terrible contradicción: Viene Dios a la tierra a aliviar nuestras cargas, y lo vemos como un Dios que nos echa encima un fardo. Viene a tomar nuestras cruces sobre sus hombros, y decimos que nos envía cruces. Es un insulto a su bondad.

«Con todo lo que tengo que hacer, ahora el sacerdote me pide que dedique media hora a la oración». «Con lo cansado que estoy, no puedo pasar el domingo tranquilo en casa porque hay que ir a misa». «¡Que hable de Dios a los amigos! Ni de broma, se reirán de mí»… Así se «razona» cuando se ve el cristianismo como carga.

He venido a prender fuego a la tierra. Cuando el cristianismo es lo que debe ser, fuego que abrasa, pasión de enamorado, la oración descansa, la Misa alimenta, y hablar de Dios no es virtud, sino necesidad.

(TOI29J)

A la hora que menos penséis…

La advertencia no puede dejar indiferente a nadie, salvo a quien decida no creerla. Pero para ése está reservada la peor parte, la de quienes no estarán preparados:

A la hora que menos penséis viene el Hijo de hombre.

(Una broma seria: La hora que menos pensemos es la presente. Ya nadie piensa. Funcionamos –nos hacen funcionar– a golpe de sentimiento, los cerebros de Occidente han sido desactivados y sustituidos por pantallas. ¡Ay de nosotros!)

Decía que esa advertencia no deja a nadie indiferente. Para unos es la mejor noticia; a otros les produce miedo.

Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. Para el buen administrador, la llegada del Amo es una magnífica noticia, porque lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero al administrador disoluto la llegada del Amo le produce pánico, porque lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.

¿Y tú? ¿Cómo reaccionarías? Si vieras abrirse el cielo y a Jesús volver sobre las nubes mientras tu casa se cae a pedazos, tu coche se despeña por un barranco y tu smartphone explota en la mesilla de noche, ¿te alegrarías o temblarías?

(TOI29X)

Espéralo en casa

libertadLo tengo calculado: sólo uno de cada cinco repartidores llega a entregar el paquete cuando estoy en casa. Los otros cuatro llegan cuando no estoy. O te quedas en casa todo el día cuando sabes que te van a traer un paquete, o tienes un problema. Porque el repartidor no espera. Tienes que abrirle apenas venga y llame.

Estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Pero Jesús no es un repartidor. Me quedaría encerrado en mi alma, sin salir de ella, hasta que Él llame. Porque si salgo y me disperso por las mil cosas que tiran de mí hacia fuera constantemente, cuando Él llegue a mi puerta no va a llamarme al móvil ni dejará su Espíritu a un vecino para que me lo entregue. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Ap 3, 20).

Recógete, no salgas del alma, no dejes la oración. Espera al Señor, escucha su llamada. Cuando entre y lo llene todo, verás que ha valido la pena la espera.

(TOI29M)

Necio y pobre

Al protagonista de la parábola lo adorna Jesús con dos adjetivos: rico y necio. Rico para el mundo, necio para Dios. También podríamos darle la vuelta, y acertaríamos: pobre ante Dios, prudente para el mundo.

Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos. En efecto, ante el mundo, este hombre es rico y prudente. Tiene abundancia de bienes y hace sus planes para disfrutarlos en vida. Pero la verdad sólo se ve desde el cielo. Y desde el cielo le dice Dios:

Necio, esta noche te van a reclamar el alma.

Eres necio porque haces cálculos sobre una vida que no es tuya. Serías sabio si elevaras los ojos al cielo y dijeras, como santa Teresa: «Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?». Mis bienes son tuyos, mis años son tuyos, dispón de ellos como quieras.

Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios. Eres pobre porque no tienes más que cosas, y las cosas no son nada. Serías realmente rico si dijeras, con san Pablo: Todo lo doy por perdido y lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo (Flp 3, 8).

(TOI29L)

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