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Espiritualidad digital – Página 2 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Cuando crees que Dios no te hace caso

Si me dieran un euro cada vez que escucho la frase «Dios no me hace caso», a estas alturas sería millonario. Porque la frasecita la he escuchado millones de veces; en eso soy millonario.

Quienes dicen que Dios no les hace caso deben pensar que Dios tiene mucho que hacer, o que no los quiere, o que está enfadado con ellos, o –peor aún– que no existe. Pero no caen en la cuenta de que Dios tiene sus tiempos, y esos tiempos no son los nuestros. Nosotros tenemos demasiada prisa.

Dios siempre escucha. No hay oración, mejor o peor hecha, que se pierda. Pero Dios no es de los que responden al instante a los whatsapps. Ése soy yo, que temo, si no lo hago, encontrarme con veinte mensajes sin responder. Pero, para Dios, eso no es problema. Tiene toda la eternidad para Él. Dios escucha, guarda, mira, espera… y responderá a su tiempo. Sin fallarnos.

Es necesario orar siempre, sin desfallecer. ¿Por qué nos mantiene pidiendo y pidiendo, mientras Él espera y espera? Porque así aumenta nuestro deseo de lo bueno, así aprendemos paciencia, y así sabemos que no merecemos lo que pedimos. Ya lo ves: tiene sus razones.

(TOC29)

El evangelista de la Virgen

San Lucas era –digámoslo así– el «secretario» de san Pablo. Lo acompañó en sus viajes y, a buen seguro, en su evangelio refleja la predicación del Apóstol de las gentes. También era médico. Pero, sobre todo, san Lucas es el evangelista de la Virgen. Incluso dice una tradición que pintó un retrato suyo.

Gracias a san Lucas conocemos la Anunciación, la Visitación de la Virgen a Isabel, la Presentación de Jesús en el templo, la angustia de María cuando en Jerusalén perdió a su hijo, y la presencia de la madre de Jesús en el Cenáculo con los apóstoles el día de Pentecostés. Sin duda alguna, toda esa preciosa información tuvo que proceder de un trato muy cercano con la Virgen.

¡Cómo no dar gracias, en este día, al querido evangelista! Le debemos cuatro de los cinco misterios gozosos del Rosario. Y muchas, muchas horas de oración maravillosa y fecunda contemplando la vida de la Virgen y la infancia de Jesús.

También vosotros propagad mucho la devoción a la Virgen. Ella es el camino más corto y dulce para acercarse a Cristo. Quien ama a la Virgen permanecerá siempre unido, como ella, a Aquél que dulcemente cautivó su inmaculado corazón.

(1810)

El abandono en Dios y el temblor de piernas

«Padre, no confío en Dios, no me abandono en sus manos. Porque, si realmente confiara en Dios y me abandonara en sus manos, no estaría muerto de miedo por esta enfermedad de mi hijo o por estas estrecheces económicas o por…» poned lo que queráis.

Mucha gente piensa que confiar en Dios significa no temblar ante el peligro. Y, claro, como son humanos y los humanos temblamos cuando nos sentimos amenazados, creen que ese temblor es un pecado, una falta de confianza en el Señor. Creen que el santo abandono consiste en dormir a pierna suelta la noche antes de que te confirmen si un ser querido padece una enfermedad mortal. «No he podido dormir en toda la noche, voy a confesarme». ¿De qué, de ser humano? ¡Si el propio Jesús tembló en Getsemaní!

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Pero no tener miedo no significa no preocuparse o no temblar. Abandonarse en Dios significa que, mientras el cuerpo tiembla, el alma, en lo profundo, dice: «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío». Y esa noche sin dormir no es una noche en blanco, sino una noche de oración.

(TOI28V)

El fracaso de la predicación

Era uno de esos días en que el pueblo entero acude a la iglesia. Una ocasión única –me dijo alguien– para que te escuchen los que no vienen a misa. Y estaba claro que escuchaban. A su manera. Porque dije: «Un cristiano no es “el que va a misa”. Un cristiano es el que se ha enamorado de Jesucristo, y por eso va a misa y la disfruta». Al terminar la ceremonia, se me acercó uno de ésos a quienes nunca veo en la iglesia: «¡Qué bien ha hablado, padre! Qué razón tiene, no es necesario ir a misa para ser cristiano». No sabía si partirme de risa o echarme a llorar.

A esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo. Los profetas hablaron y hablaron y hablaron. Y fracasaron. Y los mataron. Fue su sangre, no su palabra, la que, unida a la de Cristo, redimió al pueblo.

Si todavía queda alguien que crea que el mundo se transforma con palabras bonitas o ardientes, peor para él. El mundo lo redime la sangre, la entrega de la vida de quien habla y fracasa y es perseguido. La Cruz.

(TOI28J)

De Jesús

Decidme qué pinta una monja llamada por Dios a la vida de clausura, pobreza, silencio y contemplación recorriendo España, buscando dinero por todas partes, negociando con príncipes y nobles… Son bromas de Dios. Te llama a ser María y te pide que friegues más platos que Marta. Preguntadle, si no, a san Bernardo o a san Gregorio Magno. En ocasiones, Dios te llama a una vida y después te pide que se la entregues. Es la renuncia suprema, la de la propia llamada.

Y es que santa Teresa de Jesús fue verdaderamente de Jesús. «Vuestra soy, para Vos nací. ¿Qué mandáis hacer de mí?» Dios la llamó a la quietud y después le pidió trabajos. «Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando».

Está visto que Dios no quiere que nos instalemos en esta vida. Por eso tantas veces nos llama a una cosa y nos pide otra. Lo pienso cada vez que me veo durante horas ante el ordenador cuadrando las cuentas parroquiales en los bancos y pagando facturas. «Señor, me llamaste al sacerdocio y me tienes ejerciendo de contable».

Porque ante todo, como Teresa, también nosotros debemos ser «de Jesús».

(1510)

El bolsillito de las monedas

He comprado pantalones nuevos, y me he llevado un chasco. ¿Por qué compraré tan deprisa? Hasta que no llegué a casa y me los puse, no me di cuenta de que no tienen bolsillito para las monedas. Y yo lo uso muchísimo. Ahora ya no podré cumplir con el precepto evangélico:

Dad limosna de lo que hay dentro.

Porque yo daba limosna de lo que había dentro. Dentro del bolsillito de las monedas. Ahora ya no podré.

Está claro que estoy de broma, ¿no? Bueno, lo del bolsillito es verdad. Yo prohibiría a los fabricantes hacer pantalones sin bolsillito, pero ya no puedo devolverlos. La broma es lo de la limosna. Jesús quiere decir otra cosa, no se refiere al bolsillito.

Se refiere al corazón. Nuestro corazón es santuario de Dios. Y dar limosna de lo de dentro consiste en poner el corazón en lo que hagamos. El otro día me dijo un hombre que un peatón, al sonreírle mientras le daba las gracias con la mano por haberse detenido en el paso de cebra, le había alegrado el día. Con esa sonrisa, le había dado limosna de lo de dentro.

Hacer cosas buenas está bien. Ser cariñoso está mejor.

(TOI28M)

Lo que parece verdad, y la Verdad que no parece

Hace tiempo que lo escribí: Si queréis contemplar un milagro eucarístico, no cojáis un avión; id a misa de siete. Y allí, si tenéis fe, veréis al pan y al vino convertirse en cuerpo y sangre de Cristo. El problema es que aquello no parece un milagro. Así les sucedía a los judíos: querían un signo, algo que «pareciera», un temblor de los astros, un apagón del sol, una caída de las estrellas… Apariencia, pura apariencia.

Jesús les ofrece lo contrario. Verdad sin apariencia. Aquí hay uno que es más que Salomón… Aquí hay uno que es más que Jonás. Pero sus ojos veían a un hombre normal y sus oídos creían estar escuchando una blasfemia. Por eso lo crucificaron y le escupieron, porque parecía el más humilde de los hombres.

Cuando, durante la Misa, el sacerdote te muestre la Hostia, clava en ella tu mirada. ¿Te das cuenta de que parece el más pequeño? Pues ése, el que parece el más pequeño, es el mayor de todos, el centro mismo de la Creación. Recuérdalo cuando comulgues. Llévate la mano al pecho y dite: Aquí hay uno que es más que Salomón… Aquí hay uno que es más que Jonás.

(TOI28L)

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