Nos gusta el ruido

¡Cómo nos gusta el ruido! Me dicen: «Padre, vamos a tomar un vuelo a Italia para visitar el lugar de un milagro eucarístico». Y respondo: «No os gastéis dinero. Si queréis presenciar un milagro eucarístico, venid esta tarde a misa de ocho. ¿Acaso os parece poco milagro que un pedazo de pan se convierta en el cuerpo de Cristo?» Pero, claro, en misa de ocho el milagro no hace ruido. Y nos gusta el ruido; nos emociona, y nos gusta emocionarnos.

Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Jonás no parecía un enviado de Dios. Y no hizo ningún milagro. No armó ruido. Al revés, se sumergió durante tres días en el silencio del vientre de una ballena. Pero los ninivitas creyeron.

Así está Jesús en el sagrario. Me hace gracia que me pidan que lo exponga en la custodia todo el rato. ¿Es que no lo reconocéis callado en el tabernáculo, como Jonás en el vientre de la ballena? ¿O es que os gusta el ruido? Lo expongo los jueves. Si lo expusiera todo el rato, no tendría gracia.

Ojalá aprendáis a amar al Dios callado.

(TOI16L)