Necio y pobre
Al protagonista de la parábola lo adorna Jesús con dos adjetivos: rico y necio. Rico para el mundo, necio para Dios. También podríamos darle la vuelta, y acertaríamos: pobre ante Dios, prudente para el mundo.
Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos. En efecto, ante el mundo, este hombre es rico y prudente. Tiene abundancia de bienes y hace sus planes para disfrutarlos en vida. Pero la verdad sólo se ve desde el cielo. Y desde el cielo le dice Dios:
Necio, esta noche te van a reclamar el alma.
Eres necio porque haces cálculos sobre una vida que no es tuya. Serías sabio si elevaras los ojos al cielo y dijeras, como santa Teresa: «Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?». Mis bienes son tuyos, mis años son tuyos, dispón de ellos como quieras.
Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios. Eres pobre porque no tienes más que cosas, y las cosas no son nada. Serías realmente rico si dijeras, con san Pablo: Todo lo doy por perdido y lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo (Flp 3, 8).
(TOI29L)