Lo que parece verdad, y la Verdad que no parece

Hace tiempo que lo escribí: Si queréis contemplar un milagro eucarístico, no cojáis un avión; id a misa de siete. Y allí, si tenéis fe, veréis al pan y al vino convertirse en cuerpo y sangre de Cristo. El problema es que aquello no parece un milagro. Así les sucedía a los judíos: querían un signo, algo que «pareciera», un temblor de los astros, un apagón del sol, una caída de las estrellas… Apariencia, pura apariencia.

Jesús les ofrece lo contrario. Verdad sin apariencia. Aquí hay uno que es más que Salomón… Aquí hay uno que es más que Jonás. Pero sus ojos veían a un hombre normal y sus oídos creían estar escuchando una blasfemia. Por eso lo crucificaron y le escupieron, porque parecía el más humilde de los hombres.

Cuando, durante la Misa, el sacerdote te muestre la Hostia, clava en ella tu mirada. ¿Te das cuenta de que parece el más pequeño? Pues ése, el que parece el más pequeño, es el mayor de todos, el centro mismo de la Creación. Recuérdalo cuando comulgues. Llévate la mano al pecho y dite: Aquí hay uno que es más que Salomón… Aquí hay uno que es más que Jonás.

(TOI28L)