Las piedras y la Roca
El domingo que viene, con la solemnidad de Cristo Rey, dará comienzo la última semana del Tiempo Ordinario. Y, conforme llegamos al final de otro año litúrgico, la Iglesia nos recuerda precisamente eso: el final. No es sólo el año litúrgico el que termina. Todo termina. La vida termina. El tiempo se acaba. Los cielos y la tierra también terminarán.
Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. Nos aferramos como lapas a las piedras, y las piedras son sólo piedras. Yo le daría al Demonio todas las piedras si con eso se distrajera y pudiese robarle las almas. Al fin y al cabo, no es de las piedras el reino de Dios, sino de los hombres. Prefiero almas sin piedras a piedras sin almas.
Quiero algo que no acabe. Un tiempo ordinario que no termine, que no esté encapsulado en treinta y cuatro semanas.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Heb 13, 8). Llevaos las piedras, devolved las almas, y nos asentaremos sobre la Roca. Con esa Roca no pueden ni el tiempo ni los demonios. Cristo es el eterno tiempo ordinario. Quien viva en Él no pasará.
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