La verdadera sabiduría

Me gusta mucho la película «El hombre que no quería ser santo» (Edward Dmytryk, 1962), protagonizada por un inconmensurable Maximilian Schell. Cuenta la historia de san José de Copertino, un santo franciscano prácticamente analfabeto a quien Dios confió una sabiduría que lo elevaba sobre todos los teólogos. Lo de que «lo elevaba» es casi literal. Este hombre levitaba al celebrar la Misa. Es el patrono de la aviación. En serio. Ved la película. Si la encontráis.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Podríamos citar también a santa Catalina de Siena, o a Francisca Javiera del Valle, o a muchos otros.

Porque, al final, no es cuestión de quién sabe más o está más capacitado, sino de a quién le cuenta Dios sus secretos. Y se los cuenta a los pequeños, a quienes el mundo tiene en nada.

Debéis leer y estudiar. Pero la verdadera ciencia, la de Dios, no se alcanza, se recibe. Y se ha de recibir con gratitud, porque, cuando Dios te habla al oído, su sabiduría llena el alma como las aguas colman el mar.

(TA01M)