Llegas cansado a casa después del trabajo, y encuentras ropa tirada por el suelo, la mesa del salón llena de trastos, los muebles cubiertos de polvo, el fregadero lleno de platos sin lavar y un olor a cerrado que tira de espaldas… Entonces dejas las cosas en el pasillo y te vas al bar. Aquí no hay quien viva.
Llegas cansado a casa después del trabajo, y la encuentras limpia, perfumada y acogedora. Te recibe con un beso el amor de tu vida y tu familia se alegra de tenerte allí. Hogar, dulce hogar.
Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre.
Así les sucede a muchos. Como su alma está llena de inmundicia, no pueden habitar allí y huyen hacia fuera, dispersos en mil afanes, porque dentro huele muy mal.
Pero si el alma está perfumada con el buen olor de Cristo, si en ella mora el Espíritu, que es el Amor de Dios, lo que apetece es estar allí y lo que cansa es estar fuera.
Cuida tu alma. Deja que la oración y los sacramentos la limpien y la llenen de Dios. Y tendrás hogar dentro de ti.
(TOI21X)