Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Otras conmemoraciones – Espiritualidad digital

Una ruina

Érase un hombre tan avaro, tan avaro, que hasta prestaba atención con interés.

Vale. Perdonad el chiste. Una licencia dominical.

Pero viene a cuento.

Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

¿Acaso es malo el mercado? No. El mercado es necesario para la economía del ciudadano y del país. Pero tiene su momento y su lugar. Cuando uno entra en la casa de Dios, cambia de escenario. No todo es mercado.

En el mercado, el hombre busca su interés. Compra y vende. Pero el Amor ni se compra, ni se vende, ni busca su interés. Dios se regala a Sí mismo, se entrega sin esperar paga y arruina su interés hasta morir amando. Dios no es un mercader. Es un río que fluye generosamente por el alma y todo lo llena de vida.

Por tanto, cuando entres en Mercadona, busca las ofertas y que tengas suerte. Yo ya no tengo Mercadona cerca y me apaño con el cheque ahorro de Carrefour. Pero en la casa de Dios, que es tu alma, olvida tu ganancia, recibe a quien te ha regalado hasta su sangre, y entrégate sin reservas, que el Amor es una ruina.

(0911)

La fealdad convertida en hermosura

«Me voy al cielo»… Me lo dijo una mujer, antes de salir de este mundo. Y sé que me decía la verdad. «¿Pedirás por mí?», le pregunté. «Pediré por ti». Y se marchó. Dejó aquí su cuerpo maltrecho como una red rasgada y salió, feliz, al encuentro del Amor que la llamaba.

¡Qué hermosa es la muerte de un cristiano! Así como el cayado de Moisés abrió las aguas del Mar Rojo, la Cruz, el cayado de Cristo, convirtió en hermosura la fealdad suprema, y pobló con ángeles la que era guarida de demonios.

Porque la muerte era nieta en línea directa del Demonio, hija del pecado y la traición. Hasta que el Hijo de Dios se adentró en ella, abrió en la Cruz sus brazos, y se la arrebató al Enemigo para convertirla en Crucifijo.

Y ahora la muerte de un cristiano tiene toda la belleza del Cristo de Velázquez. Está perfumada de Amor, es puerta abierta hacia el cielo, y reina la luz donde antes gobernaban las tinieblas.

«¡Mira, allí está!»… Y señalaba hacia una esquina del techo. «¿Quién?». «La Virgen. Viene a buscarme»… Y murió sonriendo.

Llamad siempre al sacerdote para vuestros enfermos. Que mueran como cristianos.

(0211)

Mimos

ángelesVoy a imaginar que todo fuese al revés. Se me acerca Dios y me dice: «Quiero que dediques tu vida a cuidar de este ángel». Y yo pensaría: «A ese ángel lo quiere más que a mí».

Espero que mi ángel no me esté leyendo. Yo no sé si Dios me quiere más que a él, pero sé que su presencia a mi lado es una muestra conmovedora del Amor con que Dios me ama. Él mismo, mi ángel, también me quiere mucho, me lo ha demostrado en infinidad de ocasiones. Otras veces bromea conmigo y casi me enfado, pero luego me doy cuenta de que sus bromas me hacen bien, y de lo mucho que se ríe conmigo. No puedo enfadarme con él.

En definitiva, mi ángel es todo un mimo de Dios. Me siento muy querido, muy mimado y protegido. ¿De qué me quejo?

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. De eso me quejo. De que aún no ha respondido a mi gran pregunta: ¿Cómo es el rostro de Dios? Quizá ni él mismo sepa expresar tanta belleza.

(0210)

Incanonizables

La fiesta de los tres arcángeles tiene mucho de especial. A diferencia de otras conmemoraciones, hoy no celebramos a santos canonizados tras una vida de virtudes heroicas. Los arcángeles tampoco son gasecillos que ocupan lo mismo que un cuerpo, ni cuerpos semitransparentes con alas que husmean por el aire.

Miguel, Gabriel y Rafael son espíritus puros y limpios que no ocupan espacio, no están aquí ni allí salvo por sus operaciones, y prueban que Dios quiere salvar al hombre.

Miguel es la muestra arcangélica de que Dios quiere librarnos del poder del Malo. Por eso lo invocamos para que aleje a los demonios y derrote el poder del Enemigo.

Gabriel nos muestra que Dios, como a la Virgen, también a nosotros nos quiere hacer llegar su palabra. Por eso recurrimos a su ayuda para conocer y comprender el plan del Señor.

Rafael, que guio al joven Tobías en su camino, nos muestra que Dios quiere que lleguemos a Él por los caminos del bien. Por eso lo invocamos, no sólo antes de emprender un viaje, sino también en esas encrucijadas de la vida en las que nos sentimos desorientados.

No son santos canonizados. Son quienes los ayudaron a ser santos.

(2909)

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