Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Fiestas de los santos – Espiritualidad digital

Bienaventurados

¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu vida? (Por cierto, me alegro por ti si sabes responder a esa pregunta, yo no la sé responder). Vuelve a ese momento, recuerda la inmensa alegría que te embargaba… Y ahora déjame decirte que eso no es nada en comparación con lo que te tiene reservado Dios.

Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

«Bienaventurados» es más que contentos, más que alegres, más que felices… Es la palabra que emplea la Iglesia para expresar lo inefable. Por eso, si me pides que lo defina, no puedo definirlo. Nadie puede. Es lo que experimentan los santos en el cielo.

Tú no estás llamado a disfrutar de una buena siesta. Ni a acumular una fortuna. Ni a gozar del cariño de aquellos a quienes amas. Tú estás llamado a la santidad, a la bienaventuranza, al cielo. Dios te ha creado para el cielo, no para la tierra. Por eso, no te entierres. No permitas que la tierra secuestre tus ojos. Levanta la mirada, que vas de camino. ¡Mira al cielo!

Y si, por llegar allí, tienes que renunciar a cualquier gozo terreno… ¡Vale la pena!

(0111)

Romance en monosílabos

Los monosílabos se adaptan mejor a la sencillez de Dios que los largos discursos. Por lo general, los largos discursos son largas excusas, mientras los monosílabos son pura claridad.

Llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles. Entre esos doce estaban Simón y Judas. Ese día supieron que habían sido elegidos.

Y entonces viene el monosílabo. Un día te das cuenta de que Cristo te ha elegido. Y tu primer monosílabo va encapsulado en dos signos de interrogación:

¿Yo?

No te lo explicas, no eres ningún superdotado precisamente, eres un pobre hombre pecador y herido. En muchos sentidos, un despojo. Te quedas mirando al Señor tras pronunciar tu monosílabo, y Jesús te responde con otro:

Tú.

Ya no puedes dudarlo. Te lo ha dicho mirándote a los ojos. Así que ahora te la juegas. Puedes optar por el discurso, otros lo hicieron:

Deja que primero me despida de mi familia; déjame antes enterrar a mi padre… Todo eso acaba fatal. Pero sí y no son monosílabos, pura claridad. Elige uno:

Sí.

Pues ya está. ¿Ves qué sencillo? – ¿Yo? – Tú. –Sí.

Prohibido superar el monosílabo, salvo para el diptongo de la Virgen: Fiat.

(2810)

El evangelista de la Virgen

San Lucas era –digámoslo así– el «secretario» de san Pablo. Lo acompañó en sus viajes y, a buen seguro, en su evangelio refleja la predicación del Apóstol de las gentes. También era médico. Pero, sobre todo, san Lucas es el evangelista de la Virgen. Incluso dice una tradición que pintó un retrato suyo.

Gracias a san Lucas conocemos la Anunciación, la Visitación de la Virgen a Isabel, la Presentación de Jesús en el templo, la angustia de María cuando en Jerusalén perdió a su hijo, y la presencia de la madre de Jesús en el Cenáculo con los apóstoles el día de Pentecostés. Sin duda alguna, toda esa preciosa información tuvo que proceder de un trato muy cercano con la Virgen.

¡Cómo no dar gracias, en este día, al querido evangelista! Le debemos cuatro de los cinco misterios gozosos del Rosario. Y muchas, muchas horas de oración maravillosa y fecunda contemplando la vida de la Virgen y la infancia de Jesús.

También vosotros propagad mucho la devoción a la Virgen. Ella es el camino más corto y dulce para acercarse a Cristo. Quien ama a la Virgen permanecerá siempre unido, como ella, a Aquél que dulcemente cautivó su inmaculado corazón.

(1810)

De Jesús

Decidme qué pinta una monja llamada por Dios a la vida de clausura, pobreza, silencio y contemplación recorriendo España, buscando dinero por todas partes, negociando con príncipes y nobles… Son bromas de Dios. Te llama a ser María y te pide que friegues más platos que Marta. Preguntadle, si no, a san Bernardo o a san Gregorio Magno. En ocasiones, Dios te llama a una vida y después te pide que se la entregues. Es la renuncia suprema, la de la propia llamada.

Y es que santa Teresa de Jesús fue verdaderamente de Jesús. «Vuestra soy, para Vos nací. ¿Qué mandáis hacer de mí?» Dios la llamó a la quietud y después le pidió trabajos. «Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando».

Está visto que Dios no quiere que nos instalemos en esta vida. Por eso tantas veces nos llama a una cosa y nos pide otra. Lo pienso cada vez que me veo durante horas ante el ordenador cuadrando las cuentas parroquiales en los bancos y pagando facturas. «Señor, me llamaste al sacerdocio y me tienes ejerciendo de contable».

Porque ante todo, como Teresa, también nosotros debemos ser «de Jesús».

(1510)

La noche oscura del Bautista

Que Juan Bautista fue precursor del Mesías, incluso en su martirio, lo sabemos todos. Ese martirio fue anuncio de la Pasión de Cristo. Pero es preciso adentrarse en esos días de prisión y tormento, en esa noche terrible que atravesó el mayor de los nacidos de mujer, y estremecerse ante esas tinieblas.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré».

Es muy hermoso, y muy romántico, si queréis, el ejercicio de abandonarse en manos de Dios. Pero estar a merced de una arpía, una frívola y un lascivo, y creer que Dios está ejerciendo su providencia a través de ellos no es tan fácil. No es lo mismo ser conducido por un ángel que ser encadenado y decapitado por un borracho. Eso es muy duro, es la puerta estrecha de la Cruz, la prueba suprema de la fe. Es el «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» del Bautista.

No te abandonas del todo en manos de Dios hasta que no te ves en manos de un idiota y rezas: «Hágase tu voluntad, no la mía».

(2908)

La verdadera castidad

La búsqueda incansable de la verdad llevó a Edith Stein al bautismo, del bautismo al Carmelo, del carmelo al martirio, y del martirio al cielo, donde consumó su unión con Cristo, la Verdad.

El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.

Especialmente en una fiesta como ésta, la lámpara encendida es la castidad de las vírgenes. Por eso dijo el Señor que los limpios de corazón verán a Dios. Porque la lujuria es barro en los ojos, mientras la castidad convierte en cristalina la mirada del corazón.

Los insensatos piensan que la castidad es mutilación que priva del amor al hombre. Pero es la lujuria la que pervierte el amor. La castidad sublima el amor hasta alturas divinas, y sus gozos son deleites de cielo. Porque la castidad verdadera no es mera abstinencia. Es el vuelo del corazón que lo lleva a una relación espiritual de amor con Cristo, un amor que está por encima del egoísmo de la carne. Y ese amor se desborda después en caridad hacia los hermanos. Nadie ama tanto como aman las almas castas. Nadie ama mejor que ellas. Porque aman como Dios.

(0908)

Quisiera ser Betania

esa vozA mí no me gusta sufrir. Y espero que a ti tampoco, porque, si te gusta sufrir, igual tienes que visitar a algún especialista. A mí me gusta celebrar Misa, me gusta rezar, me gusta cenar tranquilo viendo una serie de televisión, me gusta el buen cine, me gusta leer… Todo eso me descansa. Pero sufrir me quita la vida, cómo va a gustarme. Si hay que sufrir, me abrazo al Crucifijo y ahí me las den todas, que hay mucho Amor en esa Cruz. Pero gustarme, lo que se dice gustarme…

A Jesús, que era perfecto hombre, tampoco le gustaba sufrir. Le gustaba, por ejemplo, ir a Betania, a casa de Marta, María y Lázaro. Allí hablaba del Padre entre amigos, allí comía bien, allí recibía cariño, allí descansaba. No huyó ante el sufrimiento, lo abrazó en la Cruz y, gracias a eso, podemos nosotros sufrir con Él. Pero gustarle, lo que se dice gustarle… le produjo pavor y angustia.

Yo quiero –y tú también– que a Jesús le guste estar conmigo. Quiero ser Betania para Él, ya que tantas veces fui Calvario. Quiero que descanse cada vez que comulgo. Quiero ser Marta, María y Lázaro a la vez.

(2907)

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