Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Domingos del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Espiritualidad digital

La mirada que nos salva

sagrado corazónEl hombre es el único ser de toda la Creación a quien se puede destruir con una mirada. Así de frágiles somos. Basta una mirada de desdén, de desprecio, o –peor– de odio salida de los ojos de un ser querido para pulverizarnos. Por eso queremos que nos miren bien. Aunque no siempre lo logramos. Cuando saltan a la vista nuestras miserias, quizá el peor castigo sea el modo en que nos miran quienes las han sufrido.

Hoy celebramos el Amor con que Dios nos ama. Dejadme describirlo con las palabras del Apóstol: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom 5, 9). Dios nos mira con cariño incluso cuando todas nuestras miserias salen a la luz. Cristo es Aquél que nos sonríe cuando nos vemos bañados en nuestras debilidades. Aquél que nos besa cuando estamos cubiertos de barro y, con su beso, nos limpia y purifica.

¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido. En esos momentos en que, para los demás, somos una carga o un estorbo, para Cristo somos la oveja perdida. Nos sonríe, nos carga con gusto sobre sus hombros, y nos lleva a casa.

(SCJC)

El que se nos viene encima

Desde que se apartó de Dios, Occidente tiene miedo. El siglo comenzó con la caída de las Torres Gemelas y, desde entonces, no hemos dejado de temblar. Miedo a la guerra, a la muerte, al desastre económico, al terrorismo, al cambio climático… por no hablar del que pasamos durante la pandemia de 2020. Miedo, en general, a «la que se nos viene encima». No recuerdo, desde comienzos de siglo, un solo año sin ninguna amenaza.

El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán… cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta.

Un cristiano debería vivir el hoy y no temblar ante el mañana. No sabemos si habrá mañana. Por eso nos asimos fuertemente a lo eterno, al Señor, su Amor y su Cruz. Sabemos que Cristo es ahora, hoy y siempre; suyo es el tiempo y la eternidad. Él es el Rey de la Historia.

Lo que realmente importa no es «la que se nos viene encima», sino «el que se nos viene encima», Cristo, quien vendrá sobre las nubes, quien nos recuerda que no debemos poner nuestra esperanza más que en Él.

(TOB33)

¡Hagan juego!

«Mire, padre, yo mucha fe no tengo. Pero vengo a Misa todos los domingos porque, al fin y al cabo, son cuarenta y cinco minutos. Y confieso por Pascua porque tampoco me cuesta mucho hacerlo. Si todo esto del cristianismo es verdad, el cielo me sale barato. Y, si es mentira, tampoco he perdido tanto»… Me quedé de una pieza.

Pensé en una religiosa de clausura. Si todo esto es verdad, ha gozado del cielo en la tierra y consumará su gozo en la eternidad. Pero, si esto es mentira, lo ha perdido todo. Y lo mismo puedo decir de unos padres de familia numerosa que por Dios se han abierto a la vida… ¡O de mí! Si todo esto es mentira, mi vida es mentira.

Los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

Realmente, ni la Iglesia es un casino, ni esto es un juego. Aunque sólo cuando entregas todo te das cuenta de que «todo esto» es la Verdad que sostiene y llena de Amor y gozo tu vida.

Pero si has decidido no apostar más que cuarenta y cinco minutos… Ojalá tengas suerte.

(TOB32)

Por este orden

Muchos que se proclaman agnósticos, sin embargo, admiran a figuras veneradas por la Iglesia como santa Teresa de Calcuta, quien dedicó su vida a los más pobres y abandonados. Muchas de esas personas también dicen: «Yo no creo, pero admiro a los misioneros que lo dejan todo y se van a servir a los pobres».

Bueno es que los admiren. Pero alguien debe explicarles de dónde procede esa entrega generosa. Ni Teresa de Calcuta habría podido hacer lo que hizo, ni hubiesen podido los misioneros abandonar cuanto tenían si no hubiese latido dentro de ellos un corazón enamorado de Dios. Hay cosas que no se hacen ni por todo el oro del mundo. Sólo por Dios se llevan a cabo.

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser… Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Por este orden. Teresa de Calcuta pasaba horas ante el Santísimo cada mañana, antes de entregarse a los pobres. Porque el cristianismo comienza con un profundo amor al Dios manifestado en Cristo.

Por eso… ¿te cuesta amar al prójimo? Reza más, ama más a Dios, y amarás más a tus hermanos.

(TOB31)

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