Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Domingos de Tiempo Ordinario (ciclo C) – Página 2 – Espiritualidad digital

Los que quieren ir al cielo

He leído «El loco de Dios en el fin del mundo», de Javier Cercas. Me encanta como escribe Cercas. Pero me da pena. Está convencido de que el cristianismo trata de la resurrección de la carne y la vida eterna. Y no trata de eso, aunque lo incluye. El cristianismo no es una vía para eludir la angustia de la muerte; quizá por eso algunos dicen que el cristianismo no es una religión. El cristianismo trata de Cristo, es un encuentro gozoso y una unión amorosa con Él. Cristo no es el vendedor de entradas para el cielo. Él es el cielo.

Si la Iglesia suprimiera el precepto dominical, me pregunto cuántos volverían a misa el domingo siguiente. Sólo quienes disfrutaran. Quienes dejaran de venir serían aquéllos que iban a misa para ir al cielo, y ahora les han bajado el precio.

Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. No es la amenaza de un padre a su hijo: «No dejes de estudiar, que puedo entrar en tu habitación en cualquier momento». Significa: «Aprended a disfrutar de mi Amor, porque vendré a daros un abrazo y ¿cómo lo recibiréis si no me amáis?»

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Sinónimos de tonto

Imbécil, bobo, estúpido, idiota, majadero, memo, mentecato, necio, corto, tardo, torpe… Hay muchos más sinónimos de tonto, pero por escrito nunca digo palabrotas.

Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado? Que te llame tonto el cuñado tiene un pase, porque puede ser fruto de un enfado o puede que el tonto sea él. Pero que te llame necio Dios es terrible, yo que tú me lo haría mirar.

A ver… Desde niño sabes que vas a morir. Has visto morir gente a tu alrededor. Y no has tenido mejor ocurrencia que echarles la culpa: «Es que no hacía deporte; es que estaba muy gordo; es que no se cuidaba; es que vivía al límite»… ¡Eso! Encima de que han muerto, dales caña. Con tal de salvarte a ti, claro.

Porque tú no te vas a morir, ¿verdad? Acumulas bienes y haces tus cálculos como si fueras a vivir opíparamente doscientos años… ¡Y vas a morir esta noche!

Imbécil, bobo, estúpido, idiota, majadero, memo, mentecato, necio, corto, tardo, torpe…

Si fueras listo, éstos serían tus cálculos: «Puesto que puedo morir en cualquier momento, trataré de vivir siempre en gracia de Dios».

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Tres padrenuestros a san Antonio

Se me ha acercado una mujer con un desconcierto mayúsculo. Había perdido las gafas, y un sacerdote amigo mío le recomendó: «Rézale tres padrenuestros a san Antonio, y verás cómo aparecen». Pero a la pobre mujer le dio por pensar: «¿Y cómo voy a rezarle tres padrenuestros a san Antonio, si san Antonio no es mi padre?». Jajaja, me troncho. Le he respondido que rece tres padrenuestros a Dios ante la imagen del santo. Ya aparecieron las gafas.

A ver… el Padrenuestro se le reza a Dios. Aunque, en ocasiones, lo usemos como instrumento para conseguir cosas, como quien desliza una solicitud timbrada en un buzón de la administración celeste. Pero el Padrenuestro es mucho más.

Cuando oréis, decid: «Padre, santificado sea tu nombre». El Padrenuestro te está revelando, en primer lugar, que Dios es tu Padre. Medítalo. Además, te está enseñando qué pedir y cómo hacerlo. Danos cada día nuestro pan cotidiano… Poco después, Jesús habla del amigo que pide pan y el hijo que pide un pez. ¿Entiendes que ese pan cotidiano es la Eucaristía, que se te está invitando a comulgar diariamente?

Yo te dejo aquí. Medita despacio la oración dominical. Que te la explique san Antonio.

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Mi casa es tu castillo

Marta y María son dos personas extraordinarias, de ésas que uno agradece haber conocido. Marta es una gorda maravillosa con bozo y mandil, y María es una mística.

No voy a entrar hoy en que si Marta o María, si la acción o la oración. Ya me aburren esas disquisiciones que separan lo que debe ir siempre unido. Yo quiero fijarme en el revuelo. El revuelo que se arma cada vez que Jesús entra en su casa.

Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios. La una escuchando, la otra friendo las gambas con gabardina, pero las dos pendientes del Señor.

Dicen los ingleses «My home is my castle», lo cual es una forma de expresar que en mi casa mando yo. Y cuando entra Jesús lo meto en la capilla y ya pasaré a rezarle un padrenuestro. Pero, en casa de estas hermanitas, cuando Jesús entraba era el Señor, el Amo de la casa. Y todo se ponía patas arriba para que Él estuviera bien.

Ojalá dejes entrar así a Cristo en tu vida. Ojalá tu casa sea su castillo.

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Malos que rezan

Las palabras del Señor confortaban y escocían. Nunca daba puntada sin hilo.

Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino…

Para representar a ese personaje que pasa de largo ante el sufrimiento del hermano, bien podía haber elegido Jesús a un comerciante o a un ladrón. Pero quiso escoger, precisamente, a un sacerdote, un levita. Y así, en la parábola del buen samaritano, el bueno es un maldito y los malos son… ¡los que rezan! Toma jeroma, pastillas de goma.

Rezar es bueno, ay de nosotros si no rezáramos. Y rezar nos hace buenos, si rezamos bien. Pero hay gente mala que reza. Iré más allá: hay gente que, cuanto más reza, peor se vuelve, porque su oración los deshumaniza, los aleja del prójimo. Son «místicos» que, mientras ascienden al cielo en su oración, se dejan la vida en el suelo. Se acercan a Dios huyendo de los hombres y buscando la falsa paz del egoísta. Aquí, en la iglesia, sí que se está bien, y no en casa aguantando a mi familia.

Creo que has entendido al Señor y me has entendido a mí. Una oración que no se plasma en misericordia no es verdadera oración. Es otra cosa.

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La cerveza, las almas y Dios

Muchos de vosotros asistiréis, este domingo, a la primera misa de vuestras vacaciones. Y podría desconcertaros que, una vez deshechas las maletas y dispuestos a disfrutar del primer aperitivo, el Señor os diga:

¡Poneos en camino!

¡Pero si yo venía a tumbarme!

Has traído al apartamento quince maletas, y te dice Jesús:

No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias.

¿Y dónde meto el cargador del móvil, y el plato de la comida del perro?

Jajaja. Y, por si no hubiera suficiente:

La mies es abundante y los obreros pocos.

¡O sea, que encima quieres que me ponga a trabajar en vacaciones! ¡Adiós, descanso! Y ¿qué trabajo quieres que haga?

Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa»… Curad a los enfermos que haya.

Tu trabajo es ir a la playa, beber cerveza en el chiringuito y pasear al atardecer. Pero no como quien se ha ganado un descanso y se lo cobra, sino como quien ha sido enviado por Cristo a proclamar: El reino de Dios ha llegado a vosotros.

Hay mucha gente en tu lugar de vacaciones que necesita ese anuncio. ¿A qué esperas? ¡Ve al chiringuito, que te esperan la cerveza, las almas y Dios!

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La charlatana

De Madrid a mi casa hay cincuenta minutos en tren. Lo que dura un episodio de una serie de TV ¿Me creeréis si os digo que me he tragado un episodio entero de la vida y milagros de una mujer a quien no conocía? Me senté frente a ella en el vagón. Inmediatamente sacó el teléfono, comenzó a hablar, y no paró de hablar hasta que se apeó del tren sin soltar el móvil. Su pareja, su hija, sus enfermedades, su trabajo… ¡Lo sé todo de ella! Y hasta recé por quien estuviera al otro lado del teléfono, porque no pudo decir ni palabra. Mi compañera de viaje no paró de hablar ni para tomar aliento. He llegado a pensar que realmente hablaba sola.

De lo que rebosa el corazón habla la boca. Y con razón lo dice Jesús, porque estaba lleno de Dios y hablaba palabras de gracia. Pero quien está lleno de sí mismo sólo habla de sus cosas. ¡Ay de quien tenga que escucharlo!

Te sugiero un uso peculiar del teléfono para hacer una resonancia magnética de tu corazón: Graba un día tus conversaciones de la mañana a la noche, y escúchalas después… si te aguantas, claro.

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