La única forma
Temo el juicio de Dios. ¿Cómo no voy a temerlo, si he pecado tanto? Por eso, cuando leo que el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta, preferiría no estar entre los juzgados. No me fío de «mi conducta».
Ese día, una línea, como la de un estrado, separará al Juez de los juzgados. Y todo mi afán es cruzar esa línea para huir del banquillo y sentarme en el asiento del Juez. ¿Os parece demasiado atrevido? A mí no. Me parece la única forma de escapar del juicio. Me parece la única forma de ser feliz. Me parece la única forma de gozar del Amor. Me parece la única forma de ser santo. Claro que ser santo siempre ha sido un atrevimiento.
San Pablo me dio la idea: Habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces apareceréis también vosotros, juntamente con Él, en gloria (Col 3, 4).
Si, durante esta vida, me refugio en su sagrado Corazón, cuando Él vuelva para juzgar yo volveré junto a Él. No estaré enfrente, sino dentro. No seré juzgado.
(TOI18V)