Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

A los que «les cansa» Dios

Permite que te copie un par de citas: Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación (Sal 67, 20); Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades (Is 53, 4).

Te recuerdo esas citas –podría añadir muchas más– porque me llama la atención el modo en que, para muchos, el cristianismo es una carga. Se trata de una terrible contradicción: Viene Dios a la tierra a aliviar nuestras cargas, y lo vemos como un Dios que nos echa encima un fardo. Viene a tomar nuestras cruces sobre sus hombros, y decimos que nos envía cruces. Es un insulto a su bondad.

«Con todo lo que tengo que hacer, ahora el sacerdote me pide que dedique media hora a la oración». «Con lo cansado que estoy, no puedo pasar el domingo tranquilo en casa porque hay que ir a misa». «¡Que hable de Dios a los amigos! Ni de broma, se reirán de mí»… Así se «razona» cuando se ve el cristianismo como carga.

He venido a prender fuego a la tierra. Cuando el cristianismo es lo que debe ser, fuego que abrasa, pasión de enamorado, la oración descansa, la Misa alimenta, y hablar de Dios no es virtud, sino necesidad.

(TOI29J)

A la hora que menos penséis…

La advertencia no puede dejar indiferente a nadie, salvo a quien decida no creerla. Pero para ése está reservada la peor parte, la de quienes no estarán preparados:

A la hora que menos penséis viene el Hijo de hombre.

(Una broma seria: La hora que menos pensemos es la presente. Ya nadie piensa. Funcionamos –nos hacen funcionar– a golpe de sentimiento, los cerebros de Occidente han sido desactivados y sustituidos por pantallas. ¡Ay de nosotros!)

Decía que esa advertencia no deja a nadie indiferente. Para unos es la mejor noticia; a otros les produce miedo.

Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. Para el buen administrador, la llegada del Amo es una magnífica noticia, porque lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero al administrador disoluto la llegada del Amo le produce pánico, porque lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.

¿Y tú? ¿Cómo reaccionarías? Si vieras abrirse el cielo y a Jesús volver sobre las nubes mientras tu casa se cae a pedazos, tu coche se despeña por un barranco y tu smartphone explota en la mesilla de noche, ¿te alegrarías o temblarías?

(TOI29X)

Espéralo en casa

libertadLo tengo calculado: sólo uno de cada cinco repartidores llega a entregar el paquete cuando estoy en casa. Los otros cuatro llegan cuando no estoy. O te quedas en casa todo el día cuando sabes que te van a traer un paquete, o tienes un problema. Porque el repartidor no espera. Tienes que abrirle apenas venga y llame.

Estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Pero Jesús no es un repartidor. Me quedaría encerrado en mi alma, sin salir de ella, hasta que Él llame. Porque si salgo y me disperso por las mil cosas que tiran de mí hacia fuera constantemente, cuando Él llegue a mi puerta no va a llamarme al móvil ni dejará su Espíritu a un vecino para que me lo entregue. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Ap 3, 20).

Recógete, no salgas del alma, no dejes la oración. Espera al Señor, escucha su llamada. Cuando entre y lo llene todo, verás que ha valido la pena la espera.

(TOI29M)

Necio y pobre

Al protagonista de la parábola lo adorna Jesús con dos adjetivos: rico y necio. Rico para el mundo, necio para Dios. También podríamos darle la vuelta, y acertaríamos: pobre ante Dios, prudente para el mundo.

Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos. En efecto, ante el mundo, este hombre es rico y prudente. Tiene abundancia de bienes y hace sus planes para disfrutarlos en vida. Pero la verdad sólo se ve desde el cielo. Y desde el cielo le dice Dios:

Necio, esta noche te van a reclamar el alma.

Eres necio porque haces cálculos sobre una vida que no es tuya. Serías sabio si elevaras los ojos al cielo y dijeras, como santa Teresa: «Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?». Mis bienes son tuyos, mis años son tuyos, dispón de ellos como quieras.

Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios. Eres pobre porque no tienes más que cosas, y las cosas no son nada. Serías realmente rico si dijeras, con san Pablo: Todo lo doy por perdido y lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo (Flp 3, 8).

(TOI29L)

Cuando crees que Dios no te hace caso

Si me dieran un euro cada vez que escucho la frase «Dios no me hace caso», a estas alturas sería millonario. Porque la frasecita la he escuchado millones de veces; en eso soy millonario.

Quienes dicen que Dios no les hace caso deben pensar que Dios tiene mucho que hacer, o que no los quiere, o que está enfadado con ellos, o –peor aún– que no existe. Pero no caen en la cuenta de que Dios tiene sus tiempos, y esos tiempos no son los nuestros. Nosotros tenemos demasiada prisa.

Dios siempre escucha. No hay oración, mejor o peor hecha, que se pierda. Pero Dios no es de los que responden al instante a los whatsapps. Ése soy yo, que temo, si no lo hago, encontrarme con veinte mensajes sin responder. Pero, para Dios, eso no es problema. Tiene toda la eternidad para Él. Dios escucha, guarda, mira, espera… y responderá a su tiempo. Sin fallarnos.

Es necesario orar siempre, sin desfallecer. ¿Por qué nos mantiene pidiendo y pidiendo, mientras Él espera y espera? Porque así aumenta nuestro deseo de lo bueno, así aprendemos paciencia, y así sabemos que no merecemos lo que pedimos. Ya lo ves: tiene sus razones.

(TOC29)

El evangelista de la Virgen

San Lucas era –digámoslo así– el «secretario» de san Pablo. Lo acompañó en sus viajes y, a buen seguro, en su evangelio refleja la predicación del Apóstol de las gentes. También era médico. Pero, sobre todo, san Lucas es el evangelista de la Virgen. Incluso dice una tradición que pintó un retrato suyo.

Gracias a san Lucas conocemos la Anunciación, la Visitación de la Virgen a Isabel, la Presentación de Jesús en el templo, la angustia de María cuando en Jerusalén perdió a su hijo, y la presencia de la madre de Jesús en el Cenáculo con los apóstoles el día de Pentecostés. Sin duda alguna, toda esa preciosa información tuvo que proceder de un trato muy cercano con la Virgen.

¡Cómo no dar gracias, en este día, al querido evangelista! Le debemos cuatro de los cinco misterios gozosos del Rosario. Y muchas, muchas horas de oración maravillosa y fecunda contemplando la vida de la Virgen y la infancia de Jesús.

También vosotros propagad mucho la devoción a la Virgen. Ella es el camino más corto y dulce para acercarse a Cristo. Quien ama a la Virgen permanecerá siempre unido, como ella, a Aquél que dulcemente cautivó su inmaculado corazón.

(1810)

El abandono en Dios y el temblor de piernas

«Padre, no confío en Dios, no me abandono en sus manos. Porque, si realmente confiara en Dios y me abandonara en sus manos, no estaría muerto de miedo por esta enfermedad de mi hijo o por estas estrecheces económicas o por…» poned lo que queráis.

Mucha gente piensa que confiar en Dios significa no temblar ante el peligro. Y, claro, como son humanos y los humanos temblamos cuando nos sentimos amenazados, creen que ese temblor es un pecado, una falta de confianza en el Señor. Creen que el santo abandono consiste en dormir a pierna suelta la noche antes de que te confirmen si un ser querido padece una enfermedad mortal. «No he podido dormir en toda la noche, voy a confesarme». ¿De qué, de ser humano? ¡Si el propio Jesús tembló en Getsemaní!

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Pero no tener miedo no significa no preocuparse o no temblar. Abandonarse en Dios significa que, mientras el cuerpo tiembla, el alma, en lo profundo, dice: «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío». Y esa noche sin dormir no es una noche en blanco, sino una noche de oración.

(TOI28V)

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