Permite que te copie un par de citas: Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación (Sal 67, 20); Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades (Is 53, 4).
Te recuerdo esas citas –podría añadir muchas más– porque me llama la atención el modo en que, para muchos, el cristianismo es una carga. Se trata de una terrible contradicción: Viene Dios a la tierra a aliviar nuestras cargas, y lo vemos como un Dios que nos echa encima un fardo. Viene a tomar nuestras cruces sobre sus hombros, y decimos que nos envía cruces. Es un insulto a su bondad.
«Con todo lo que tengo que hacer, ahora el sacerdote me pide que dedique media hora a la oración». «Con lo cansado que estoy, no puedo pasar el domingo tranquilo en casa porque hay que ir a misa». «¡Que hable de Dios a los amigos! Ni de broma, se reirán de mí»… Así se «razona» cuando se ve el cristianismo como carga.
He venido a prender fuego a la tierra. Cuando el cristianismo es lo que debe ser, fuego que abrasa, pasión de enamorado, la oración descansa, la Misa alimenta, y hablar de Dios no es virtud, sino necesidad.
(TOI29J)