Faltan seis días para que escuchemos, en la misa de Navidad, la noticia que debería llenar de luz la tierra: La palabra se hizo carne (Jn 1, 14).
Seremos salvados por una palabra. Una palabra pronunciada por Dios desde siempre, su Hijo único, que se hará presente entre nosotros revestido de nuestra misma carne. Sólo se nos pide que lo recibamos: A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios (v. 12).
¿Cómo se recibe una palabra? Con el silencio. Si veo que estás a punto de hablar, y me importa lo que tienes que decirme, me callo y escucho con atención. Si Dios va a hablar, y va a hablar en voz baja, el mundo entero debería callar.
Te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda. Lo que Zacarías aprendió a la fuerza deberíamos nosotros ponerlo en práctica con alegría. Sé que son días de ruido, de mucho ruido. Por eso el mundo no puede recibir al Salvador. Pero buscad vosotros momentos generosos de silencio cada jornada, con la mirada puesta en el Belén y el alma abierta de par en par, para que podáis acoger esa Palabra que os salvará.
(1912)

















