Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

¿Cómo se recibe una palabra?

Faltan seis días para que escuchemos, en la misa de Navidad, la noticia que debería llenar de luz la tierra: La palabra se hizo carne (Jn 1, 14).

Seremos salvados por una palabra. Una palabra pronunciada por Dios desde siempre, su Hijo único, que se hará presente entre nosotros revestido de nuestra misma carne. Sólo se nos pide que lo recibamos: A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios (v. 12).

¿Cómo se recibe una palabra? Con el silencio. Si veo que estás a punto de hablar, y me importa lo que tienes que decirme, me callo y escucho con atención. Si Dios va a hablar, y va a hablar en voz baja, el mundo entero debería callar.

Te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda. Lo que Zacarías aprendió a la fuerza deberíamos nosotros ponerlo en práctica con alegría. Sé que son días de ruido, de mucho ruido. Por eso el mundo no puede recibir al Salvador. Pero buscad vosotros momentos generosos de silencio cada jornada, con la mirada puesta en el Belén y el alma abierta de par en par, para que podáis acoger esa Palabra que os salvará.

(1912)

“Misterios de Navidad

Lo que espero

JesúsEl nombre de Jesús no es casual.

Le pondrás por nombre Jesús.

Jesús es el mismo nombre que Josué, y Josué significa «Dios salva». Fue Josué quien introdujo al pueblo de Israel en la tierra prometida. Y viene Jesús a llevarnos a casa, a sacarnos del pecado y las tribulaciones de este mundo y devolvernos al hogar.

Llevo todo el Adviento preguntándome qué espero. Porque si no espero nada, salvo la enésima repetición de los ritos que cada año celebramos a finales de diciembre, entonces he perdido la esperanza y no hay, para mí, ni Adviento ni Navidad. Sólo aburrimiento y monotonía. Y trabajo.

La respuesta a esa pregunta brota sola, ni siquiera necesito pensarla. Espero ser rescatado. Necesito ser rescatado. Espero, por tanto, a un rescatador, que es lo mismo que un redentor.

Necesito ser rescatado de las urgencias de este mundo, de las preocupaciones, de las mentiras y, por supuesto, de los pecados, de las malas inclinaciones que hay en mí. Necesito ser rescatado del tiempo, el tiempo es una red que me atenaza y me arrastra. Y necesito, tras ser rescatado, que me lleven a casa. Con Jesús, José y María.

Eso espero. Ésa es mi esperanza.

(1812)

“Misterios de Navidad

Los engendros

Ahora a los niños les enseñan en el cole cosas de género y prácticas ecosostenibles, Pero, cuando yo era niño, en el colegio nos enseñaban el árbol genealógico de Jesús:

Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zará

No creo que nos lo hicieran aprender de memoria, pero recuerdo que teníamos que leerlo en voz alta. Mis amigos y yo llamábamos a ese texto «los engendros». Era muy difícil leerlo sin que se escapase la risa.

Y la risa es buena, muy buena. Pero se convierte en sonrisa como se postran las olas en la playa cuando la lista de engendros llega al final:

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Eso lo descubrí de mayor, claro. Con estas palabras, Dios nos prepara una casa. Los tres últimos nombres del árbol genealógico del Redentor forman un hogar: José, María, Jesús. Nuestro hogar.

Por eso, en Navidad, ante el calor de este hogar, nos sentiremos forasteros y desterrados en este mundo, y familiares directos de Dios. Es nuestro nuevo árbol genealógico: José, María, Jesús y yo.

(1712)

“Misterios de Navidad

San Romualdo y los monjes

San Romualdo se convirtió tras haber cometido un crimen. Contempló cómo su padre asesinaba a su tío sin hacer nada por impedirlo. Y, arrepentido de su pecado, ingresó en un convento. Los monjes que componían la comunidad de aquel convento le habían entregado al Señor su «sí» varios años atrás. Y cuando vieron que aquel joven converso se tomaba en serio la regla monástica y procuraba en verdad ser santo, se volvieron contra él, llenos de envidia, lo apalearon y lo quisieron tirar desde la azotea.

Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.

En ocasiones, quien dijo «no» a Dios se convierte a Él, y quien dijo «sí» ha dejado de servir a su Señor. Aquellos monjes aburguesados se negaron a aprender del joven postulante recién convertido.

Pero lo mismo hubiera podido sucederle a Romualdo si, movido por el mal ejemplo de aquellos monjes, se hubiese vuelto como ellos.

Fácilmente el «sí» se vuelve «no» cuando no estamos vigilantes.

(TA03M)

“Misterios de Navidad

Hombres con olor a cielo

JuanLa pregunta que Jesús hace a los fariseos debería tener una respuesta rápida y sencilla:

El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?

¡Pues claro que veía del cielo! De otra forma, ¿cómo hubiera sido posible que un tipo solitario que vive en el desierto y come saltamontes congregase a tanta gente y fuera creído por tantos? Sólo hay una respuesta: Porque aquel hombre olía a cielo. También por eso, porque olía a cielo, fue odiado por los hijos de las tinieblas y asesinado por un adúltero.

Quien obedece al cielo, quien cumple la voluntad de Dios, hace que la eternidad se derrame en la tierra. Con su vida está gritando a los hombres que está cerca el reino de Dios.

Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”». ¡Claro! Porque la vida del santo mueve a los hombres a hacer un acto de fe.

No hablamos sólo de Juan. Hablamos de ti. Tú también debes ser, para muchos, precursor del Mesías que viene. Y no tienes otra forma de serlo que la de Juan. Ojalá muchos puedan decirte: «Creo en Jesús porque te he conocido».

(TA03L)

Un paquete en domingo «gaudete»

Estamos en la época del año en que circulan más vehículos de empresas de paquetería. Casi medio mundo espera un paquete. Que llegará, casi con toda seguridad, a la hora de comer o durante la siesta. Cuando el paquete llegue, el repartidor te preguntará el nombre, pero tú no se lo preguntarás a él. No te importa. Lo que te importa es el paquete, no el repartidor.

Sucede también, a menudo, con la Navidad. Muchos esperan algo de ese Mesías que viene. La salud, ya sabes, lo que importa es tener salud; sobre todo, si no te ha tocado la lotería. La lotería, claro, ya que es Navidad podría tocarme. Otros, más espirituales, como el joven rico, esperan vida eterna. Los más píos esperan virtudes, victorias en la lucha contra el pecado… Y el Mesías es el repartidor de todo esto. Me dicen muchos que a su casa no viene Papá Noel, viene el niño Jesús. Pero viene a lo mismo, a traer algo.

Algunos, sin embargo, lo esperan a Él. Traiga lo que traiga. Incluso si trae cruz. Él es su alegría. Sólo éstos entienden que es domingo «gaudete». Y que Jesús no es el repartidor, es el regalo.

(TAA03)

Como espera la arcilla al alfarero

Apareció Juan en el desierto predicando la conversión y anunciando la venida del Mesías. Ante ese anuncio, ¿qué hicieron los hombres?

Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido.

Lo mataron. Y Juan se dejó matar.

Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.

Y el Hijo del hombre se dejará matar.

Deberíamos temblar. Qué fácil es hacer lo que queramos con la religión, qué fácil manipular la palabra de Dios, qué fácil humillar, calumniar y ultrajar a un santo. Y qué peligroso. Porque, como la religión no grita, la palabra no se queja y el santo no se defiende, podemos acabar pensando que estamos sirviendo a Dios cuando realmente estamos haciendo lo que nos viene en gana.

Mirad, más bien, a la Virgen. En lugar de hacer con la palabra lo que ella quiere, es ella quien dice: Hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38).

No hay otra forma digna de esperar al Señor. Él no viene a darnos la razón, sino a redimirnos. Y sólo podemos esperarlo como la arcilla espera confiada las manos del alfarero. Entonces nos creará de nuevo.

(TA02S)

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