Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Como espera la arcilla al alfarero

Apareció Juan en el desierto predicando la conversión y anunciando la venida del Mesías. Ante ese anuncio, ¿qué hicieron los hombres?

Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido.

Lo mataron. Y Juan se dejó matar.

Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.

Y el Hijo del hombre se dejará matar.

Deberíamos temblar. Qué fácil es hacer lo que queramos con la religión, qué fácil manipular la palabra de Dios, qué fácil humillar, calumniar y ultrajar a un santo. Y qué peligroso. Porque, como la religión no grita, la palabra no se queja y el santo no se defiende, podemos acabar pensando que estamos sirviendo a Dios cuando realmente estamos haciendo lo que nos viene en gana.

Mirad, más bien, a la Virgen. En lugar de hacer con la palabra lo que ella quiere, es ella quien dice: Hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38).

No hay otra forma digna de esperar al Señor. Él no viene a darnos la razón, sino a redimirnos. Y sólo podemos esperarlo como la arcilla espera confiada las manos del alfarero. Entonces nos creará de nuevo.

(TA02S)

Estáis a vuestra bola

La parábola de los niños que tocan la flauta y entonan lamentaciones (qué gracia, antes se traducía: «hemos entonado endechas», era muy literario) se podría resumir hoy con una expresión muy gráfica: «Estáis a vuestra bola».

Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Tiene un demonio». Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores».

Está la Iglesia en silencio, asida a la mano de la Virgen y fijos los ojos en Juan Bautista mientras espera ansiosa al Salvador. Y, mientras tanto, el mundo a su bola. Compras, lotería, festivales de luces en las calles y muchas comidas navideñas antes de Navidad. Cuando llegue Jesús, encontrará a todo el mundo tan alborotado que no le harán caso. El Adviento debería ser tiempo de silencio y sobriedad, no una navidad adelantada por motivos comerciales. Y los villancicos deberían esperar al 24 por la noche. Hasta entonces, iría mejor el «Rorate coeli».

Y conste que tengo ya marcadas cuatro comidas prenavideñas a las que debo ir. No puedo, no debo aislarme del mundo. Pero tendré que ir con acompañante: con Juan Bautista. Otra de saltamontes, garçon.

(TA02V)

Lo que Barrio Sésamo no me contó

Soy un «boomer». Y los «boomer» españoles fuimos educados en la EGB y en Barrio Sésamo, complemento imprescindible en nuestro aprendizaje. Cada vez que leo «grande», «pequeño», aparecen en mi imaginación la rana Gustavo y Coco. Ellos me enseñaron a distinguir entre grande y pequeño.

Pero, claro, Gustavo y Coco no estaban bautizados, y por eso tenían sus deficiencias. Cuando en el Evangelio se dice «grande» y «pequeño» hay matices que ni el reportero más dicharachero ni el monstruo azul podían comprender.

No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Ahora es Cristo quien dice «grande» y «pequeño». Y nos enseña que hay grandezas y humildades distintas en la tierra y en el cielo.

La grandeza de Juan viene de su penitencia, sus ayunos, su austeridad y su esfuerzo. Es un coloso, un gigante para este mundo. La grandeza del Reino, la de los hijos de Dios, sin embargo, viene del Amor: es la del niño alzado y protegido en brazos de su Padre. Es la omnipotencia de san Pablo: Todo lo puedo en aquél que me conforta (Flp 4, 13).

(TA02J)

“Misterios de Navidad

Ven tú

Mientras celebramos el Adviento en la Iglesia, no estará mal recordar que también el Señor tiene su Adviento. Nosotros le esperamos a Él, y gritamos: «Ven, Señor Jesús». Pero Él también nos espera a nosotros, y nos dice: «Ven tú, que hay la misma distancia. Me dices que me esperas… Yo llevo años esperándote a ti»

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Muchas veces al día, si sabes detenerte y escuchar, oirás una voz en lo profundo del alma: «Ven a Mí y descansa. Huyes de Mí, te escapas, te vas a “las cosas”, a las preocupaciones, al ruido, a tus planes… y todo eso te cansa. Ven a Mí, recuéstate en Mí, descansa en Mí».

Es el momento de rezar. No tiene sentido que gritemos: «Ven, Señor Jesús» si no estamos dispuestos a salir a su encuentro. Y «salir», en este caso, es «entrar»: entrar en tu alma, recogerte, poner distancia con las cosas y las preocupaciones y buscar al Señor en el silencio del santuario interior.

Si no estás dedicando todos los días un mínimo de quince o veinte minutos a la oración en silencio, no estás viviendo el Adviento.

(TA02X)

“Misterios de Navidad

La oveja que sufre

ovejasEstán viniendo muchos adultos a la Iglesia para pedir el Bautismo. Por lo que a mí respecta, nunca había tenido tantos catecúmenos mayores. Y ninguno de los que conozco viene movido por la culpa o el arrepentimiento, sino por dos motivos: el asco y la sed. Unos llegan porque sienten hastío de cuanto el mundo les ofrece y encuentran en la fe esa pureza que anhelan. Otros, porque se han encontrado con Dios y se mueren de sed.

Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida?  Solemos dar un tinte moral a la parábola de la oveja perdida. Y hablamos de «oveja descarriada» cuando alguien se aparta del camino para buscar la falsa recompensa del pecado. Pero yo creo que cuando el buen Pastor decidió venir al mundo a por la oveja perdida no la miró como a una oveja «mala» necesitada de conversión –que también– sino como a una oveja que sufre y muere lejos del Pastor. Eso fue lo que conmovió su corazón.

El Señor no vendrá sólo para hacernos «buenos» –que también– sino para llevarnos a Casa.

(TA02M)

“Misterios de Navidad

«Mira a la estrella, invoca a María»

guapísimaEn 1927, Stefan Zweig escribió «Momentos estelares de la Historia de la Humanidad». Allí recogió varios acontecimientos que, según el autor, cambiaron el curso de la Historia: la derrota de Napoleón, la caída del Imperio Romano, la llegada de Lenin a Rusia, etc.

Pero quien tiene fe sabe que los momentos que realmente han cambiado la Historia han sucedido en secreto. Son intervenciones silenciosas de Dios que convirtieron la Historia, a secas, en Historia de salvación. Nadie presenció el diálogo entre Gabriel y María. Nadie vio cómo el Verbo se hacía carne en las entrañas de la Virgen. Nadie vio resucitar a Cristo. Y nadie vio cómo, tras miles de años marcados por la maldición del pecado, una criatura, María, era liberada de esa maldición y concebida inmaculada. Eso cambió la Historia de la Humanidad.

Se vieron los efectos. Se supo que algo nuevo comenzaba, algo que estaba libre de la decrepitud de lo antiguo. La devoción mariana comienza cuando Joaquín y Ana ven resplandores de cielo en los ojos de su hija. Nunca habían visto nada igual.

Es un verdadero momento estelar, porque, según nos dice san Bernardo, ella es la estrella: «Mira a la estrella, invoca a María».

(0812)

“Misterios de Navidad

El que te regaña

profetasEn cierta ocasión, me encontraba explicando la santa Misa a unos niños. Y les pregunté: «¿Qué es la homilía?». Una niña levantó la mano como si tuviera un disparador en la axila, y respondió: «Es cuando nos regañas». Me troncho.

¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Desde luego, las homilías del Bautista hubieran hecho las delicias de mi pequeña amiga. Porque presentarte en el Jordán antes del desayuno para que te llamen víbora y no salir de allí echando pestes requiere cierta dosis de humildad.

Pero, nos guste o no, lo necesitamos. Necesitamos un grito, un impacto fuerte que nos saque de nuestro amodorramiento.

Convertirse es girarse para mirar. Si estás leyendo y suena un ruido fuerte detrás de la ventana, te levantas del sofá y te asomas a la calle. Eso es convertirse. Si el Señor viene desde el cielo, y tú estás mirando a la tierra, necesitas un ruido para darte la vuelta. Ese ruido es Juan Bautista. El que te regaña.

No la emprendas contra el sacerdote que te increpa. Hazle caso, y gírate. Conviértete. Deja todo lo que ocupa tu atención, y reza.

(TAA02)

“Misterios de Navidad

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