Apareció Juan en el desierto predicando la conversión y anunciando la venida del Mesías. Ante ese anuncio, ¿qué hicieron los hombres?
Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido.
Lo mataron. Y Juan se dejó matar.
Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.
Y el Hijo del hombre se dejará matar.
Deberíamos temblar. Qué fácil es hacer lo que queramos con la religión, qué fácil manipular la palabra de Dios, qué fácil humillar, calumniar y ultrajar a un santo. Y qué peligroso. Porque, como la religión no grita, la palabra no se queja y el santo no se defiende, podemos acabar pensando que estamos sirviendo a Dios cuando realmente estamos haciendo lo que nos viene en gana.
Mirad, más bien, a la Virgen. En lugar de hacer con la palabra lo que ella quiere, es ella quien dice: Hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38).
No hay otra forma digna de esperar al Señor. Él no viene a darnos la razón, sino a redimirnos. Y sólo podemos esperarlo como la arcilla espera confiada las manos del alfarero. Entonces nos creará de nuevo.
(TA02S)

















