Hay quienes hacen depender su alegría de que todo vaya bien. Cuando todos los problemas se resuelvan, estaré bien.
Pobrecitos.
Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa, y se derrumbó. Así es la vida. La tormenta permanente. No quisiera amargarte la «fiesta» pero, por si no te has dado cuenta, cuando ese problema se resuelva, aparecerá otro igual o mayor. Y, cuando se haya resuelto, estarás viejo y aparecerán los problemas hospitalarios. Y luego, bueno, ya sabes… Puedes esperar a alegrarte en el cielo, o buscar el modo de vivir feliz aquí y no amargar la vida a los demás con tus quejas.
Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. La diferencia entre las dos casas no es que una sufra las tormentas y la otra no, sino que una está cimentada sobre roca. El cristiano tiene los mismos problemas que todo el mundo, pero su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti (Is 26, 3). El Señor es la Roca perpetua (v. 4) sobre la que está cimentada su vida.
(TA01J)











