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Espiritualidad digital – Página 5 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

El tiempo y la prisa

Para empezar, no sé cuántos talentos tengo. Si cuento con los dones que del cielo he recibido, veo entre mis manos riquezas incalculables: el bautismo, la gracia divina, la fe, el orden sacerdotal… Si pienso en los talentos naturales, alguno tengo. Pero, en todo caso, tenga mucho o tenga poco, ¿cómo haré para hacer que mis talentos den fruto? ¿Cómo podré yo multiplicarlos?

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco.

Tuvo prisa, no perdió el tiempo, quizá el tiempo era uno de sus talentos y no quería desperdiciar ni un solo minuto. O quizá eran tan ardientes sus deseos de obtener ganancias para el amo que no le permitían esperar. Un minuto de vida empleado en algo que no sea la voluntad de Dios, lo que Dios me pide aquí y ahora, es un grave desperdicio. «Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Decid dónde, cómo y cuándo», escribió santa Teresa. ¡Qué talentos tan bien aprovechados!

Ahora entiendo. Es la prisa el verdadero negocio, y el tiempo nuestro talento. Cada minuto empleado en hacer la voluntad de Dios da frutos de vida eterna.

(TOI21S)

La noche oscura del Bautista

Que Juan Bautista fue precursor del Mesías, incluso en su martirio, lo sabemos todos. Ese martirio fue anuncio de la Pasión de Cristo. Pero es preciso adentrarse en esos días de prisión y tormento, en esa noche terrible que atravesó el mayor de los nacidos de mujer, y estremecerse ante esas tinieblas.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré».

Es muy hermoso, y muy romántico, si queréis, el ejercicio de abandonarse en manos de Dios. Pero estar a merced de una arpía, una frívola y un lascivo, y creer que Dios está ejerciendo su providencia a través de ellos no es tan fácil. No es lo mismo ser conducido por un ángel que ser encadenado y decapitado por un borracho. Eso es muy duro, es la puerta estrecha de la Cruz, la prueba suprema de la fe. Es el «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» del Bautista.

No te abandonas del todo en manos de Dios hasta que no te ves en manos de un idiota y rezas: «Hágase tu voluntad, no la mía».

(2908)

El centinela de la aurora y la caja de zapatos

Me dijiste que, mientras estabas arrodillada en la capilla del Santísimo, el sagrario te parecía una caja de zapatos. Zapatos de lujo, caja de lujo, pero caja de zapatos. Y te aconsejé que siguieras postrada y no apartaras los ojos de allí.

Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora (Sal 129, 7). Somos los centinelas de la aurora. El centinela mira al oriente, y sólo ve tinieblas. Pero no aparta los ojos del horizonte, porque confía en que, si mantiene su mirada clavada como una flecha en esas sombras, cuando menos se lo espere un halo de claridad disolverá suavemente las tinieblas, y después contemplará el triunfo del sol. Los hijos de la noche le invitan a darse la vuelta, a acercarse a sus fuegos para comer y beber con los borrachos, pero él los ignora y permanece fiel a su guardia.

Finalmente, amanece, y el sol baña el rostro del centinela fiel, mientras los borrachos yacen dormidos entre sus vómitos. Él intenta despertarlos, pero ellos se dan la vuelta y siguen durmiendo.

Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. No apartes tus ojos de esa «caja de zapatos».

(TOI21J)

Cuida de tu casa

Llegas cansado a casa después del trabajo, y encuentras ropa tirada por el suelo, la mesa del salón llena de trastos, los muebles cubiertos de polvo, el fregadero lleno de platos sin lavar y un olor a cerrado que tira de espaldas… Entonces dejas las cosas en el pasillo y te vas al bar. Aquí no hay quien viva.

Llegas cansado a casa después del trabajo, y la encuentras limpia, perfumada y acogedora. Te recibe con un beso el amor de tu vida y tu familia se alegra de tenerte allí. Hogar, dulce hogar.

Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre.

Así les sucede a muchos. Como su alma está llena de inmundicia, no pueden habitar allí y huyen hacia fuera, dispersos en mil afanes, porque dentro huele muy mal.

Pero si el alma está perfumada con el buen olor de Cristo, si en ella mora el Espíritu, que es el Amor de Dios, lo que apetece es estar allí y lo que cansa es estar fuera.

Cuida tu alma. Deja que la oración y los sacramentos la limpien y la llenen de Dios. Y tendrás hogar dentro de ti.

(TOI21X)

Contra el lavaplatos

Estoy en contra del lavaplatos. Seguramente, porque no lo necesito. Vivo solo, y tardo menos en limpiar mi escueta vajilla a mano. Mi hermana tiene lavaplatos, y muchas veces, como no haya dejado las copas boca abajo, salen peor de lo que entraron. Se limpia mejor por dentro a mano. Siempre y cuando se trate de copas, claro, o de vasos. Por ahí cabe la mano. Con otros recipientes es más difícil.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

El corazón no se puede limpiar a mano. Ni tampoco en el lavaplatos, no puedes sacártelo para ponerlo en la rejilla junto a la paleta del pescado. ¿Cómo se limpia por dentro el corazón? ¿Cómo se lo libera de las ronchas del egoísmo, la soberbia, la sensualidad y el amor propio?

Sólo el Espíritu, que penetra hasta el fondo del alma, puede limpiar el corazón. Oración frecuente, confesión frecuente, comunión frecuente, lectura frecuente del Evangelio… y silencio. Hasta que el corazón se llene de los sentimientos de Cristo.

(TOI21M)

El que se queda en la puerta

El santo es como una madre que, con su vida, te dice: «Hijo, entra en casa». Hasta que no conoces a un santo, ni siquiera sabías que tenías un Hogar. Pero la cercanía del santo te muestra las puertas abiertas de casa y la sonrisa de Dios. Entonces pasas, y ya eres otra persona. Has sido acogido por tu familia, no quieres salir. ¿Cómo pudiste vivir sin ellos?

El malvado vive de espaldas a Dios. Está lejos de casa y no quiere entrar. Lanza piedras, hace ruido y blasfema. Pero no atrae sino a los hijos de las tinieblas. Es un dolor, nunca un reclamo. Sufres por él, quisieras verlo en casa, pero no te sientes movido a imitarlo. Sus caminos son fríos y oscuros.

En cambio, el tibio…

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.

El tibio se queda en la puerta de casa. Ni entra, ni sale. Se queda allí charlando, frivolizando y dando mal ejemplo. Y a muchos que quieren entrar los ahuyenta. Y a otros los hace tan tibios como él.

Líbrenos Dios de la tibieza.

(TOI21L)

Guardaos de la tibieza

La letra sin rostro es confusa. Sucede con el whatsapp, si no puedes ver la cara de quien te escribe no acabas de captar el sentido. Los emoticonos lo arreglan un poco, pero no del todo.

Esfor­zaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

Quienes imaginan el rostro airado del Maestro, como el de quien condena, se equivocan. Su rostro al decir esto es triste, como el de quien sufre.

Sufre al ver que muchos ansían el cielo, pero reniegan de la puerta estrecha. Quisieran entrar en el cielo sin esfuerzo, como el joven que no estudia porque le basta «un cinco raspado».

Guardaos de la tibieza. Hace sufrir al Señor. Y os cierra las puertas del cielo. Una piedad de mínimos, una fe sin obediencia, un cumplimiento que es «cumplo y miento».

Esfor­zaos en entrar por la puerta estrecha. Mira a la Cruz. Es la puerta estrecha. Y mira el esfuerzo con que el Señor te ha salvado. Ojalá te mueva el amor a unirte a Él. Pero, si no es el amor, que sea el sentido común: No puede ser tan difícil para Él y tan fácil para mí.

(TOC21)

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