El abandono en Dios y el temblor de piernas

«Padre, no confío en Dios, no me abandono en sus manos. Porque, si realmente confiara en Dios y me abandonara en sus manos, no estaría muerto de miedo por esta enfermedad de mi hijo o por estas estrecheces económicas o por…» poned lo que queráis.

Mucha gente piensa que confiar en Dios significa no temblar ante el peligro. Y, claro, como son humanos y los humanos temblamos cuando nos sentimos amenazados, creen que ese temblor es un pecado, una falta de confianza en el Señor. Creen que el santo abandono consiste en dormir a pierna suelta la noche antes de que te confirmen si un ser querido padece una enfermedad mortal. «No he podido dormir en toda la noche, voy a confesarme». ¿De qué, de ser humano? ¡Si el propio Jesús tembló en Getsemaní!

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Pero no tener miedo no significa no preocuparse o no temblar. Abandonarse en Dios significa que, mientras el cuerpo tiembla, el alma, en lo profundo, dice: «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío». Y esa noche sin dormir no es una noche en blanco, sino una noche de oración.

(TOI28V)