La épica del silencio

¿Qué esperaban los judíos del Mesías?

Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, cual guerrero implacable, sobre una tierra condenada al exterminio; empuñaba la espada afilada de tu decreto irrevocable, se detuvo y todo lo llenó de muerte (Sab 18, 14-16).

Eso esperaban: Un guerrero, un rey armado hasta los dientes que sembraría muerte y cataclismos hasta la victoria final. Pero no entendían que aquella guerra no se libraba con espadas de acero, y que aquella muerte sería la del propio Ungido. No entendieron la épica del silencio.

José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.

Por eso no lo reconocieron: porque llamó suavemente a puertas pequeñas, como María y José, y esas puertas se abrieron sin hacer ruido sobre los goznes de la obediencia.

No busques la Navidad en el ruido. Escucha la llamada silenciosa, confiesa tus pecados, ora, abre las puertas del corazón a María y a José. Entra en la épica del silencio, y deja el ruido para los del matasuegras.

(TAA04)

“Misterios de Navidad