Una mujer de rodillas no es un militar en primer tiempo de saludo.
El militar recibe una orden. Se cuadra ante su superior y, a partir de ese momento, la misión queda en sus manos. Cuando esté cumplida, en primer tiempo de saludo dirá a su superior: «¡Sin novedad!».
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret. Llamamos a esta escena «anunciación». Y hay motivo para ello. Dios no está dando una orden a la Virgen; le está anunciando su plan de salvación. Será la Trinidad misma quien lo lleve a cabo. El Padre enviará al Espíritu a las entrañas de María, y el Espíritu dejará allí al Hijo encarnado. Después, ese Hijo redimirá la tierra y rescatará al hombre sepultado en el pecado y la muerte.
A la Virgen se le pide permiso. Sin ese permiso no habrá redención. Por eso no se cuadra como el soldado, sino que se postra enamorada: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Treinta y tres años más tarde, será el Hijo quien diga al Padre: Está cumplido (Jn 19, 30).
¿Te atreverás a decirle a Dios: «Haz lo que quieras conmigo»?
(2012)











