Son muchos quienes, como tantos años, vivirán una Navidad sin Dios. Compras, comida y familia. Muchas compras, mucha comida, y la dosis irremediable de familia. – ¿Qué tal las navidades? – Tranquilitos, en familia. – ¿Tranquilitos, o en familia? De Dios, de Jesús, de José, de María… ni rastro.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Son navidades tristes, por mucho que las adornen. Sin Dios, todo es triste. Y estas personas no tendrán noticia de la venida del Señor, salvo que seamos nosotros quienes los acerquemos al Misterio. ¿Cómo hacerlo?
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. No hables de «fiestas», habla de Navidad. Y en esos wasaps que ahora sustituyen a los crismas de siempre, procura que aparezca la Sagrada Familia. Pero, sobre todo, trata de acercarles, con tu vida, esa Navidad que muchos no celebran.
Por eso el Adviento debe ser tiempo de recogimiento, de silencio y de preparación interior. No sólo para que tú recibas a Cristo, sino para que, en medio del mundo, seas otro Cristo recién nacido, que se acerca a los heridos, extenuados y abandonados como ovejas sin pastor.
(TA01S)











