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Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Cuando te juzga el Amigo

La parábola de las diez minas nos viene bien para meditar sobre el juicio particular. Porque aquellos empleados, al volver el amo convertido en rey, fueron llamados uno a uno para rendir cuentas.

Mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.

También nosotros, cuando nuestra vida en la tierra acabe, seremos llamados por el Rey. Y tendremos que rendir cuentas de cuanto hemos recibido; del dinero, desde luego, hasta el último euro, pero, muy especialmente, de la fe, el gran don recibido en el Bautismo.

Creo sinceramente que este juicio es distinto para cada uno, según la relación que haya tenido con Cristo en esta vida. No es lo mismo que te juzgue un extraño o que te juzgue un jefe, o que te juzgue un amigo. Si, al llegar ante el estrado, encuentras a tu mejor amigo en la tribuna del juez, se te pasa el temblor.

En todo caso, la mejor preparación para el juicio particular es el examen de conciencia nocturno, donde detectamos las pequeñas infidelidades antes de que se agraven y pedimos perdón. ¿No es eso lo que hacen los amigos?

(TOI33X)

Da gusto estar con gente feliz

zaqueoEs sorprendente cómo, tras dos mil años de cristianismo, aún perduran en la conciencia de muchos bautizados los esquemas de la ley antigua. Pórtate bien, e irás al cielo. Ve a misa, que es día de precepto, debes ir para salvarte. Resiste a la tentación, no peques, y en el cielo te compensarán. Vamos, fastídiate aquí hoy si quieres ser feliz allí mañana.

Hoy ha sido la salvación de esta casa. Jesús bien puede decirlo, porque Él es el mismo cielo. Cuando Zaqueo, un pecador que vivía del robo, lo acoge bajo su techo, siente que su vida está lograda, que no necesita nada más que la sonrisa de aquel hombre, que estaba perdido y ha sido salvado. Y ese gozo inmenso cambia su vida:

Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más.

No ha cambiado de vida para salvarse. Ha cambiado de vida porque se sentía salvado. Es muy distinto. No se trata de hacer cosas buenas para ir al cielo. Se trata de acoger al cielo, a Cristo, y entonces el gozo te transforma por dentro. Con gente feliz da gusto estar.

(TOI33M)

El ciego que vio a Dios

San Lucas no nos dice cómo ni cuándo había perdido la vista aquel ciego. Pero quizá llevaba años sin ver nada. Cualquier persona en esa situación, si recobrase la vista, lo primero que haría sería buscar a sus padres, a su mujer, a sus hijos, a los seres queridos a quienes hacía años que no veía. También querría contemplar las nubes, los campos, los ríos… Hay mucho que ver para quien ha estado ciego.

O no.

Jesús le dijo: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado». Y enseguida recobró la vista y lo seguía.

Lo más asombroso de esta curación no es que el ciego recobre la vista. Es que lo primero que ven sus ojos al abrirse es el rostro de Cristo. Y, desde ese momento, ya no desea ver nada más y lo sigue; no quiere perderlo de vista. Sin saberlo, ha cumplido con las exigencias que Jesús pide a sus discípulos. Ha pospuesto a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos… Hay tanto Amor, tanta belleza en ese rostro, que los ha olvidado.

Así será cuando resuciten nuestros pobre cuerpos. Nuestros ojos verán al Señor, y ya no querremos ver nada más.

(TOI33L)

Las piedras y la Roca

El domingo que viene, con la solemnidad de Cristo Rey, dará comienzo la última semana del Tiempo Ordinario. Y, conforme llegamos al final de otro año litúrgico, la Iglesia nos recuerda precisamente eso: el final. No es sólo el año litúrgico el que termina. Todo termina. La vida termina. El tiempo se acaba. Los cielos y la tierra también terminarán.

Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. Nos aferramos como lapas a las piedras, y las piedras son sólo piedras. Yo le daría al Demonio todas las piedras si con eso se distrajera y pudiese robarle las almas. Al fin y al cabo, no es de las piedras el reino de Dios, sino de los hombres. Prefiero almas sin piedras a piedras sin almas.

Quiero algo que no acabe. Un tiempo ordinario que no termine, que no esté encapsulado en treinta y cuatro semanas.

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Heb 13, 8). Llevaos las piedras, devolved las almas, y nos asentaremos sobre la Roca. Con esa Roca no pueden ni el tiempo ni los demonios. Cristo es el eterno tiempo ordinario. Quien viva en Él no pasará.

(TOC33)

A través del fuego

«Recuérdalo cuando estés en el Valle de la Decisión y el Adversario te diga: “¡Ríndete!” Aguanta, el Señor se mostrará y te llevará de nuevo a través del fuego». Es de una canción góspel llamada «Through the fire». Me ha venido a la cabeza.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario». Esa oración de la viuda es la oración de los santos en este mundo. Están rodeados de muerte y de pecado, y las tinieblas cubren como un manto su camino. Ellos gritan: «Hazme justicia, no dejes que mis enemigos me hagan malo, que no me traguen las sombras, que no me duerma en la muerte, que no diga mi enemigo: “Le he podido”, ni se alegre mi adversario de mi fracaso (Sal 12, 4-5). Hazme luz en medio de la noche».

Y, aunque el Adversario les dice: «¡Rendíos, Dios no os escucha!», ellos no desfallecen y siguen gritando, quizá sin saber que su propio grito ya los hace justos.

Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? ¿Cuántos hay que, sumergidos en la noche, inmersos en un mundo poblado por tinieblas, quieran permanecer justos?

(TOI32S)

Pili y Mili

¿Dónde te gustaría que te encontrase el Señor cuando vuelva sobre las nubes? Quizá me digas que orando ante un sagrario. Pero no sabemos cuándo será la hora, y no puedes pasar el día dentro de la iglesia. Tienes una familia, y un trabajo, y unos amigos. Es allí donde debes entregar la vida.

Curiosamente, cuando el Señor habla de su segunda venida, no menciona a quienes están en el templo en ese momento, sino a dos mujeres que están trabajando, haciendo la labor de cada día:

Estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.

Pili y Mili están haciendo lo mismo en el mismo lugar. ¿Por qué se salva una y se pierde la otra?

Te lo diré. Pili ha comenzado el día ofreciendo a Dios su jornada. Ha orado, se ha encontrado amorosamente con Él. Y, mientras trabaja, prolonga su oración entregando al Señor la tarea diaria y convirtiéndola en ofrenda; por eso no se queja del cansancio. Mili trabaja sólo para ganar dinero, y mientras muele va despotricando de lo duro que es su trabajo.

Al final, no se trata de dónde estarás tú, sino de dónde está tu corazón.

(TOI32V)

Tan cerca está que no lo vemos

A aquellos fariseos les sucedía lo que a mí cuando voy a la compra; pero, en su caso, el problema era bastante más grave. Yo voy al supermercado y me vuelvo loco buscando los cacahuetes. Miro estante por estante, y no los encuentro. Por fin aparece un empleado, y le pregunto: «¿Dónde están los cacahuetes?». Entonces extiende la mano, y los señala justo frente a mí. ¿Cómo es posible que nos los hubiera visto? ¿Tan ciego estoy? No me lo explico.

¿Cuándo va a llegar el reino de Dios? ¡Pero si lo tenéis delante! Está ahí mismo, hablando con vosotros. El reino de Dios está en medio de vosotros. Pero no lo veis. ¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos (Lc 19, 42).

Que no nos suceda como a ellos. Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Que no nos pase desapercibido lo que no vemos, lo que está en medio de nosotros. No vayamos a quejarnos como si Dios nos hubiese olvidado, cuando está tan cerca que hasta a la vista escapa. Lo ve la fe.

(TOI32J)

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