Un lugar seguro

Sangre de niños se derrama en Belén. José y María, advertidos en sueños por el ángel, han tenido que salir de allí. Atrás quedan su pueblo y sus posesiones. Tal como llegaron a Belén, así emigran a Egipto, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.

El Niño va dormido. A pesar del cataclismo, nada le preocupa, se siente seguro en brazos de su madre. Como nosotros, cuando éramos niños. Como cualquier niño a quien su madre protege. Pueden estar cayendo las estrellas del cielo mientras él reposa. Tiempo habrá, cuando se haga mayor, para que las preocupaciones le quiten el sueño.

Jesús nunca creció. Con más de treinta años, dormía plácidamente en la barca mientras la tormenta la azotaba. Pero Él había pasado, de los brazos de su madre, a los de su Abbá. Y seguía siendo niño. Murió como un bebé que se duerme: Abbá, a tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46).

Cuando un hombre cruza una puerta, y tras esa puerta puede decir «Papá» y «Mamá», se siente en lugar seguro. El Misterio está abierto para ti. Cruza esa puerta, hazte niño, deja que la Virgen te abrace y te proteja José. Duerme tranquilo.

(SDAFAMA)

“Evangelio